¡Amo esta cólera de Dios, el mal
misterioso, invisible,
por todas partes difundido;
en las flores y fuentes
con transparencias de cristal,
en los rayos del iris y en el cielo de Roma!
¡Y este cielo profundo, transparente,
tu pecho que respira acompasado,
y este cálido viento
que estremece las ramas,
este aroma de rosas,
y todo es sólo muerte!
¿Y quién sabe? Tal vez
en la naturaleza
los sonidos y aromas, las flores y las voces
sólo son los heraldos del último minuto
que deben endulzar nuestras torturas.
Tal vez el juez de nuestro sino,
cuando arranca a la vida los hijos de la tierra
cubre su imagen con ligero velo,
disfrazando el horror de su llegada.
Fiódor Ivánovich Tiútchev, incluido en Poetas rusos del siglo XIX (Ediciones Rialp, Madrid, 1967, selec. y trad. de María Francisca de Castro Gil).
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Un poema cargado de sentimiento, se nota que el poeta sufre en sus carnes los versos que expone. Muy buena, me ha gustado mucho. A veces hay poemas de poetas no consagrados que
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