El néctar del Edén,
zumo de flores
que yace en
los bosques,
lo cata el que de amor
está a merced,
y huye su sed
de golpe.
1
Tengo un amigo cuya
casa vigilan guardianes
para que nadie corte
las flores de sus arriates.
¡Oh huerto de deseos
que mil peligros embaten!
Viento del sur, te ruego,
pues ardo en duros afanes,
quiéraslo saludar
con soplo dócil
e impetrar
sus dones.
Ayuda al amador
que ve a su amor
por el temor
inmóvil.
2
Abu 'Amr, mi querido,
te juro por tu sonrisa
que está mi pecho lleno
de pena, sábelo aprisa.
O ten piedad, o dame
paciencia para que viva,
porque ya mi garganta
traspasan agudas viras.
¡Ay del que hirió cruel
flecha de amores,
que sembró
dolores;
que la muerte emplumó,
y, si atinó,
médico no
socorre!
3
Un ser esbelto y grácil,
igual que un lánguido ramo,
hace temblar mi pecho
cual la perdiz en el lazo.
¡Ay, bien sabía mi alma
el riesgo, pero fue en vano,
porque bastó con verlo
para olvidar los reparos!
Que no sirve el saber,
si amor te opone
a ese que
no pone,
por su mucha esbeltez,
ni cinturón
sobre un montón
de flores.
4
No he de olvidar, amigo,
cuando te dije al desgaire:
«Voy a engañarte como
al maestro el estudiante».
¡Bien te enfadaste entonces!
¡Con qué dureza me hablaste!
Me miraste con ojos,
que eran cual sables mortales,
como cierva gentil,
que atisba dónde
va a pasar
la noche
el cervatillo que
sale a pastar
y va n buscar
el brote.
5
Una moza que siempre
se queja de un desdeñoso
(¡ay de quien se confía
en el que nunca da apoyo!),
ardiendo ella de amores
y viéndolo duro y sordo,
cantó, pues su esperanza
en él reposa tan sólo:
Dueño mío Ibrahím,
oh nombre dulce,
vente a mí
de noche.
Muhammad ibn Ubáda al-Malaqí, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
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