Mientras tanto, esta vida inventada
no es peor que la tuya, que la mía,
con los días que se amontonan y se agolpan como un rebaño
(a semejanza de las minorías étnicas),
con el suelo recién pintado, en la casa,
donde el contable - un cráneo pelado con gafas - andaba, escondía las llaves,
vivió mucho tiempo, con la mujer y dos hijas,
allí el sol no alumbraba menos
que aquí, y también pacía la cabra,
y al novio recién llegado se le alimentaba copiosamente...
(¿Te acuerdas? - pregunto a mi hermana - me acuerdo -había mucho polvo).
Ay, tal vez la vejez es precisamente para esto,
para ver su felicidad como fragor y furia,
pero en sentido de la salvación, en sentido de la salvación, y no de otro modo.
(Nosotros también vivimos en aquella dacha.)
Allí iban los cuatro con palanganas
a la sauna y volvían, el olor húmedo
del parterre con la neblina del tabaco
penetraba en sus fosas nasales con sus puntitos negros,
apenas empolvada con el polen amarillo,
la amapola sedosa exhalaba su luz...
¿Recuerdas? Recuerdo - caminan entre la madre y el padre
y ríen, sin saber que no fueron ni son.
Vladímir Gansdelman, incluido en La hora de Rusia. Poesía contemporánea (Visor Libros, Madrid, 2011, trad. de Eva Crego).
Otros poemas de Vladímir Gansdelman
La resurrección de la madre, Un puente alto y estrecho...
Toca aquí para ir al Catálogo de poemas
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tomo la palabra: