Me matas sin piedad y no quieres que muera;
tus ojos se han alzado como testigos de mi razón.
Pedís que la odie cuando en mí no hay más que un ingenuo
cervatillo en cuyos ojos hay magia. ¡Pedidle a él que odie!
Mi alma es lo que ella me ha devuelto al enviarme su saludo;
si ella me exige la muerte yo me mataré.
Al ir hacia ella, vergonzosa vuelve su rostro y de su lado
me aleja; es una despedida tan dulce como la unión.
Cuando me juzga es injusta conmigo; por venir de ella,
prefiero la injusticia a la justicia.
Deseo que por ella me censuren pues amor siento al oír su nombre;
no hay nada más ansiado por mi corazón que esa censura,
y a él le digo cuando el dolor oprime:
Si te faltan las fuerzas, consuélate con la sumisión.
Abu Umar Ahmad ibn Abd Rabbihi, incluido en Poesía de Al-Andalus (Asociación Andaluza de Profesores de Español Elio Antonio de Nebrija, Sevilla, 1999, varios trad.).
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