El niño era la casa,
la cama incluso a veces,
cuando veces de sol llenaban los cristales.
Si el espacio nocturno,
el reverbero imaginado de la luna,
ya se había extinguido en su conciencia,
el niño probaba a levantarse
y acudía a la ventana de la alcoba
para medir lo extraño,
el tráfago ajeno bajo la luz de los vivos.
El niño aún no sabía
del movimiento y su falacia,
de la vida más viva en cuanto quieta;
del verdadero deslumbramiento de lo humano:
su sino de rescoldo.
Antonio Daganzo en Mientras viva el doliente (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2010), incluido en 12+1 Una antología de poetas madrileñ@s actuales (Ediciones Endymion, Madrid, 2012, selec. de Alberto Infante).
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Es un poeta de enorme sensibilidad y capaz de apresar eso que está un poco más adelante de la realidad.
ResponderEliminarDesde luego, en este poema lo consigue.
EliminarDIchoso niño...!!Sin conocer "su sino de rescoldo". Bello
ResponderEliminarAntonio Daganzo ha asumido el riesgo de unir a un lenguaje más coloquial algunas palabras en desuso o poco comunes, y ha conseguido, creo, la justa medida para que el poema sea bello.
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