martes, 11 de mayo de 2010

Enrique Gracia Trinidad nos habla sobre el nuevo poemario de Raúl Campoy Guillén 'Donde casi amanece'

La poesía de Raúl Campoy tiene la ineludible y generosa pretensión de la mejor poesía: exigir al lector que se convierta en su cómplice. A los buenos lectores, quiero decir. Los pasivos, los poco avezados, los devoradores de novelas de moda que pululan por la sección de novedades de los grandes almacenes no tienen nada que hacer en estas páginas.

Y es que un buen libro de poemas —este lo es—, tiene muchas vidas posibles: la del autor, que en este libro se deja ver sin agobio pero intensamente; la de los protagonistas de cada poema, que a veces tan sólo son remedos del poeta, álter egos, suplentes de ocasión del escritor o de cualquiera de nosotros, y la de cada lector que son una y muchas vidas y que se multiplican como la realidad en los espejos enfrentados.

Campoy es consciente de todas estas cosas, como lo es de la necesidad de alcanzar una voz personal, única, que puede convertirse en universal. Así, su voz privada y múltiple nos lleva de una emoción a otra, de un rincón a otro de nuestra propia vida, nos zarandea, nos obliga a poner un poco de nuestra carne en el asador porque él la ha puesto toda primero.

Conocía su primer libro, Los dientes del reloj (Ediciones Atlantis, Madrid, 2008), hace poco y me faltó tiempo para escribirle una nota. Lleno del empuje y la vehemencia propios de su juventud, ya daba las señales inequívocas que me hacen confiar a ciegas en un poeta.

Cuando leí afirmaciones como “vivimos de ficciones / y nos alimentamos de verdades pasajeras”, cuando me contó que la mesa le hablaba de soledad, cuando alzaba su voz: “grito en apnea para aquel adolescente que vio toser los ojos de su madre”, supe que todo estaba donde debía estar, que aquel joven recién conocido a fondo, debía ser leído con devoción y sin excusa ni demora. He dicho “conocido a fondo”. Créeme, amigo, a un buen poeta, contradictoriamente, siempre se le conoce a fondo al mismo tiempo que se le desconoce. Y eso pasa con Raúl Campoy: uno se acerca a él a la vez que se aproxima a uno mismo, que es una forma de alejarse de todo.
No es un galimatías cuanto digo, sino la constatación de lo evidente, la pura, dura y magnífica condición de la poesía: su dualidad, su multiplicidad, su condición íntima y personal y al mismo tiempo ingente.

En este libro, Donde casi amanece (Editorial Celya, Salamanca, 2010) , amanece de veras —perdóname, lector, el juego de palabras—, la realidad se hace diáfana, se recorta frente a nosotros como cuando de madrugada la ciudad empieza a mostrar perezosa y brillante sus contornos. Raúl Campoy va desde la pérdida a la ganancia, desde la confusión a la conciencia, desde la visión insegura de la realidad a la esperanza y el miedo que se abrazan en el futuro.
No se concede tregua, no renuncia a nada, no se apropia de la verdad pero tampoco la rehuye. Ejerce el título arriesgado, la imagen sorprendente y personal, la pregunta vital, el desconcierto del lenguaje, el neologismo, la voz clásica de quien conoce la tradición y la modernidad de quien vive su tiempo.

No te va a dejar indiferente este libro, amigo, y si lo hace es que estás muerto o lo has tomado en tus manos en el momento inadecuado. Léelo despacio —la poesía siempre hay que leerla despacio y poco a poco—, porque su condición es exigente, dura, descarnada incluso, siempre arriesgada: Eso no es malo. El extraordinario poeta Enrique Valle siempre repite que lo que quiere de un poema es “que le deje hecho polvo” y tiene razón. Sólo cuando un poema, unos versos, un libro, nos descolocan y nos sacuden el ánimo, merecen la pena. Hay que arriesgarse o desistir, la indiferencia en poesía es similar a la muerte. Este libro cumple con creces estas condiciones, no te deja indiferente nunca; hay mucha vida en él, mucha experiencia pese a la juventud de su autor, mucha razón para vivir a pesar de que preguntas y dudas se asienten en sus interrogantes e incluso mucho más en sus afirmaciones.

Miedo,
miedo de volver a colgar la luna
en una rama
y no en la cacerolilla
de tu oreja
que tanto escucho oír
con su cartilaginosa elegancia,
amor.
Qué somos?
Y para cuándo?
Y para quién?

Ya ves, querido lector, este poemario no va a dejarte ni un momento de reposo. No sería buena poesía si lo hiciera. Felicítate por tenerlo en las manos, eres hombre o mujer con suerte. Raúl Campoy abre su pecho descarnado para que tú mires el tuyo, confiesa alegrías y tristezas para que tú caigas en la cuenta de que también son tuyas, alza su existencia para que tú sepas que existes más allá de lo vulgar y lo cotidiano, en la frontera terrible y gozosa de la emoción.

Enrique Gracia Trinidad

Raúl Campoy Guillén, diplomado y licenciado en fisioterapia y osteopatía. Ha publicado Los dientes del reloj y Donde casi amanece. Algunos de sus poemas se reflejan en revistas literarias como Mester de Vandalía, El cuervo, Ves Arte, The children,s book of american birds, Cubarte (Festival de poesía de La Habana)..., en el cuaderno Vitola de Anaïs y en la antología Nueva poesía y narrativa hispanoamericana.

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