-¡Hágase la luz!- y un triste día nuboso
cayó como una capa sobre el agua muerta.
Miró la tierra sonriendo extrañamente:
-¡Hágase la noche!- dijo entonces el otro.
Y apartando el rostro pensativo,
siguió su camino más allá de las nubes.
Señor de la noche, es a ti a quien canto,
a ti que me dijiste a mí y a mis noches: seas.
Marina Tsvetaieva, incluido en El canto y la ceniza (Círculo de lectores-Galaxia Guteberg, Barcelona, 2005, selec. y trad. de Mónika Zgustova y Olvido García Valdés).
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Que me siento esperando que se haga la luz estando de día y que se haga la noche, en la noche...
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