miércoles, 26 de agosto de 2009

'La sonrisa de la erección', artículo de Luis Miguel Rivas sobre el libro 'El imperio de las mujeres', de Marco Tulio Aguilera

“La mujeres son lo más femenino que hay “, decía un amigo que no podía entender la extraña lógica de su mujer con respecto al amor, la vida y el mundo. Todo lo que para ella era complicado para él era simple y lo que para ella era sencillo para él era inescrutable. Y así llevan viviendo como veinte años sin alcanzarse a comprender completamente, pero ya sin pretender explicarse ni modificarse mutuamente. Lo más parecido a “lo más femenino que hay” es un escritor que escribe sobre las mujeres tratando de meterse en ellas y mostrando, sin pretender explicar mucho, lo que ni siquiera ellas comprenden. Por eso cuando acabé de leer El imperio de las mujeres. Cuentos en lugar de hacer el amor (Editorial Educación y cultura, México, 2009), de Marco Tulio Aguilera Garramuño, me dije: “este tipo es de lo más femenino que yo conozco”. El imperio... se me hizo cercano, contundente e importante porque une tres cosas fundamentales para mí: las mujeres, el amor y los cuentos. Y en los tres asuntos (todos tan manoseados en tantísimos años de historia escrita) Aguilera Garramuño trasciende lo fácil, asume riesgos y nos entrega ráfagas de lucidez, fragmentos de esa confusa claridad propia de la literatura de verdad y del corazón femenino. Son once cuentos como once piedras de un collar fino: perfectamente redondas en la forma, inagotables en los significados y bellas en conjunto. Como si para hacer esas historias se hubieran reunido un poeta, un matemático, un carpintero, un gigoló retirado, un marido experimentado y un psicólogo… Un pequeño relato-epígrafe llamado 'El señor de los sueños' abre el libro a manera de aviso, como advirtiéndonos la inminencia de terrenos cenagosos, difusos, veleidosos y profundos. Y luego viene el desfile de mujeres: ajenas, propias, posibles, inalcanzables, fatales, redentoras, mezquinas, generosas, jóvenes, viejas, exitosas, derrotadas, brujas, santas, cotidianas, excéntricas, ingenuas, sabias, callejeras, domésticas… Pero todas inquietantes, poderosas y, cada una a su manera, bella. Con cualquiera de estas mujeres escritas me iría yo inmediatamente, abandonando todo, así me trajeran la enfermedad, como en 'La sonrisa en la espesura', o la tragedia, como en 'Mester de putería artística', o el sofocante gozo del matrimonio, como en 'El viejo truco del amor'. Y podría incluso traicionar a unas con otras viviendo por temporadas en los distintos cuentos de este libro. Esta es una compilación de cuentos sobre el deseo. Siempre hay “ganas” en el aire. Una atmósfera erótica que uno celebra inicialmente como maestría artística y valora como logro intelectual, pero que alcanza niveles de expresión tan contundentes que transforman la lectura en un acto físico, con abultamiento en la parte baja del abdomen, incluido. Entonces me acuerdo de una frase de Raymond Carver: “Las palabras precisas y verdaderas tienen el mismo poder que los actos”. Muchos episodios de este libro me entraron por los ojos en forma de letras y se convirtieron en acciones: también me reí. Me reí y me excité. A veces cada cosa a su vez y a veces las dos acciones juntas. Descubrí que es posible, por ejemplo, tener una erección sonriente. Y encontré un camino en el que los burdos terrenos de la pornografía (siempre tan seria hasta cuando quiere ser poco seria) pueden ser trascendidos primero por el escritor y luego por la experiencia del lector. Garramuño juega con el tejido del deseo. Toma los hilos que lo conforman y los entrelaza de otras maneras. Los pasa por un baño de humor y sinceridad, les pone un toque de jugueteo infantil y agrega la receta de su magia personal. Finalmente nos entrega un mecanismo de sutilezas que de todas maneras nos despierta el animal. Pero se trata de una bestia hecha de otra pasta, que no se conforma con su simple condición de carne y secreciones, sino que aspira a algo divino, tan sutil como los hilos de los que está hecha. Todo esto en el contexto de las relaciones de pareja, la soledad de los artistas, la egolatría humana, la inequidad social, los artificios del mundo literario y los fantasmas de la fama, entre otros. Entrar en sus páginas es realmente atisbar otro mundo: el imperio de la mujer y el deseo, esa realidad paralela, ese país regido por un soberano absoluto e inapelable, al que no queda más remedio que obedecer o comprender. Luis Miguel Rivas

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