miércoles, 17 de junio de 2009

Basilio Rodríguez Cañada nos habla sobre el libro de poemas 'Sí, quiero', de Antonia Bernal

Afirmaba el poeta simbolista francés, Albert Samain, muy influido por Baudelaire, que hay atardeceres misteriosos en que las flores tienen alma. Y el alemán Heinrich Heine, considerado el último poeta del Romanticismo, sostenía que los perfumes de las flores son sus sentimientos. Es indudable que las flores son seres vivos que, al igual que todos nosotros, nacen, crecen, se pueden reproducir y mueren. Existe por tanto un paralelismo absoluto entre la vida de las flores y la nuestra. Asimismo, el alma no sólo podemos entenderla como sustancia espiritual o inmortal de los seres humanos, sino también como principio sensitivo que da vida e instinto a los animales, y vegetativo que nutre y acrecienta a las plantas. Por lo que no debería costarnos conceder algo de verdad a los dos enunciados anteriores. En consecuencia, también tendremos que aceptar que hay personas especializadas en conocer el alma y los sentimientos de las flores. Antonia Bernal es una de esas personas que tiene la envidiable facultad de comunicarse con facilidad por medio del lenguaje floral. Maneja como nadie las claves de su belleza, aroma, colores, conservación, etc.. Es especialista en ornamentar los momentos bellos de los demás con flores (el surgimiento de la vida, el amor, la alegría) y también las vivencias más tristes (el desamor, la soledad, la muerte). Porque las flores nos hablan cuando están cerca y, de alguna manera, se solidarizan con nuestro estado de ánimo o tienen la potestad de poder cambiarlo. Sus perfumes pueden resultar balsámicos y aplacar nuestras dolencias o, por el contrario, estimularnos psíquica o físicamente, incitándonos o excitándonos. Por todo lo anteriormente mencionado, es agradable rodearse de flores. Y, por las mismas razones, también resulta muy grato conocer y frecuentar a personas como Antonia. Sus flores preferidas son el lirio blanco oriental, que es una variante de las azucenas; también las rosas, las calas comunes, que son lirios, el alhelí y los tulipanes. En definitiva, las flores blancas. Antonia nos cuenta que el aroma de la rosa es sutil; el del lirio, envolvente; el del alhelí es grandioso, y otras flores, como el tulipán, no tienen olor, pero irradian belleza. Nos conocimos gracias a la intermediación de Santiago Tena, hace más de una década, y desde entonces he seguido el devenir vital y literario de Antonia, a quien sus amigos conocemos como Toñi. Esta mujer ha tenido una vida intensa y siempre se ha ocupado de hacer felices o de “sanar” a los demás, involucrándose de veras en los problemas de los otros, aun a costa de perder su propio equilibrio anímico o afectivo. Quizá por eso cuenta con numerosas amistades, de las auténticas, que velan para que nada malo le ocurra. Es innegable que esta mujer tiene alma de poeta, pero hasta ahora no ha querido que aflore su poesía, la ha mantenido semioculta como un pequeño tesoro personal compartido con un escogido grupo de personas muy cercanas. Al dar el paso de su publicación, quizá desea cerrar una etapa o es posible que se esté abriendo a nuevas experiencias que vivir y compartir. Lo primero que nos llama la atención de este libro es el título, Sí, quiero (Ediciones Sial, Madrid, 2009), que parece recordarnos la fórmula habitual de aceptación en la ceremonia de casamiento, o tal vez se trate acaso de la confesión pública de un amor. También, ¿por qué no?, podría estar aceptándonos una propuesta o respondiéndonos a cualquier pregunta. Lo llamativo, en todo caso, es el planteamiento positivista (afirmativo) del tema que fuere. Muy en consonancia con su personalidad altruista y generosa. El libro está estructurado en tres partes: 'Emociones', de veintiséis poemas; 'Desconsuelos', de veintinueve; y 'Afectos', de treinta y cuatro. Ochenta y nueve poemas en total, que configuran una particular propuesta lírica. Los poemas están organizados por temas, desatendiendo el orden cronológico, describiendo un itinerario vital y emocional fácilmente extrapolable a casi cualquier lector. Estos poemas empezó a escribirlos en 1992, coincidiendo con el nacimiento de Rodrigo, su hijo pequeño, y los últimos están fechados este mismo año, 2009. Casi veinte años ha tardado nuestra autora en dar por culminada esta obra, en la que recoge sentimientos y vivencias compartidos con diferentes personas que han pasado por su vida durante este largo lapso de tiempo. Para Toñi, la poesía es un lenguaje necesario que hace que el corazón vuele. Y con sus poemas le gustaría incitar a sus lectores a una reflexión profunda que les haga tomar conciencia de sus emociones y sentimientos. Quizá para que se planteen compartirlos. Las citas que encabezan muchos de sus poemas describen su intencionalidad e influencias literarias; lecturas y temas que ella analiza con sus propios versos. Y entre sus poetas de referencia nos habla de Mario Benedetti, José Hierro, Luis Cernuda, Santiago Tena, Alejandra Pizarnik… No pone títulos a sus poemas porque no los considera necesarios, ya que el poema debe describirse por sí mismo y descubrirse mediante su lectura. Además, muchos pueden engarzarse entre sí, como si de un largo collar de perlas se tratase. Los grandes temas de su poesía son el amor y el desamor, que nos ayudan a descubrirnos en esencia y que transmiten lo mejor que llevamos dentro, incluso aunque de desamor se trate, ya que solemos recordar aquello que más quisimos, los mejores momentos compartidos. Por último, la poeta espera que su poesía le permita seguir despertando continuamente a la vida, pero sin que le duela, porque la vida no se anda con contemplaciones. Creo que, con este libro, Toñi hace un electrocardiograma a su vida, y a las nuestras, para analizar las huellas que dejan las emociones en nuestros frágiles corazones, hurga en el desconsuelo para averiguar que el dolor lo intentamos cauterizar con mil palabras, y termina afirmando que en los afectos buscamos siempre nuevos proyectos para mantener intacta la ilusión que descubrimos tiempo atrás, devuelta por un recuerdo pausado y dulce, por algo mágico, que hace enmudecer al aire. Este libro, amigo lector, es un bellísimo ramo de versos como flores, con sus múltiples aromas y variado colorido, que puedes acariciar, para percibir su delicada textura; que puedes oler, para recuperar los aromas de la infancia y de la adolescencia, del amor y del deseo; que puedes abrazar, para recuperar, por un instante, aquello que perdiste para siempre; y que sentirás entre tus manos como suaves pétalos de rosas frescas. Porque es un sueño sin fin / esperando el alba. Basilio Rodríguez Cañada

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