A contra luz subías; lentamente
ibas subiendo a contraluz; subías
milímetro a milímetro, como una
mazorca de maíz, doradamente,
y tu corporeidad, al remontarse,
resbalaba su sombra por los rostros
de los que habían ido a despedirte.
Eran las ocho en punto de la tarde,
justo empezando a anochecer. Subías
despacio, retrasando los adioses
últimos; ascendías gota a gota
lo mismo que la savia por las vides.
Tú hacia lo alto, colgado por los hombros
de la barquilla de tu globo de oro,
y ellos, allí, en el suelo, los que habían
compartido contigo su tartera.
Eran los mismos, los de siempre. Y tristes:
jornaleros, mineros, pescadores,
peones, emigrantes -los de siempre-,
viendo tu remontar irremediable.
Los de siempre, los tuyos, contemplando
tus alpargatas, tu mahón gastado
de carpintero. Que te ibas, ellos
se quedaban allí sin comprenderlo,
con miedo, como niños, de la vida.
Manuel Alonso Alcalde, incluido en Al celebrar tu memoria. Poesía para domingos y fiestas (Editorial Sal Terrae, Santander, 2005, selecc. de Casiano Floristán).
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hermosa poética, hermosa imagen. Que siga siendo poesía, salud!
ResponderEliminarMuy acorde con el tiempo además.
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