Quien su corazón del pecho arranca de noche, ese intenta asir la rosa.
Suya es su hoja y su espina,
a él le pone la luz en el plato,
a él le llena los vasos de aliento,
para ése susurran las sombras del amor.
Quien su corazón del pecho arranca de noche y lo arroja a lo alto:
ése no yerra el blanco,
ése apedrea a la piedra,
a ése le pulsa su sangre el reloj,
a ése su hora le bate el tiempo de la mano:
él puede jugar con bolas más bellas
y hablar de ti y de mí.
Paul Celan en Amapola y memoria (1952), incluido en Obras completas (Editorial Trotta, Madrid, 2002, trad. de José Luis Reina Palazón).
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Hermosa poesía..!!
ResponderEliminarMagnífica si.
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