martes, 4 de noviembre de 2008

'Escribir para los premios: el caso de Marco Tulio Aguilera Garramuño', por Peter G. Broad

Hay algunos autores que escriben porque es su modo de ser. No pueden hacer otra cosa. Hay otros que escriben, los autores de best sellers, por ejemplo, sólo para ganar dinero. Y los hay también, aunque no lo admitan, que escriben con el fin de ganar premios. Este último grupo tiene algo de los dos en el sentido de que les encanta el reconocimiento, los banquetes y entrevistas, que vienen con el premio, pero también los premios, con frecuencia, ayudan a saldar cuentas. Desde luego, hay probablemente algo de las tres categorías en todo autor, pero es interesante tomar la tercera como punto de mira para examinar la obra de un escritor.

Se me ocurrió proponer esta ponencia cuando, al considerar el tema del Congreso, me acordé de una ocasión cuando el narrador colombiano-mexicano Marco Tulio Aguilera Garramuño me mencionó que, con un premio que había ganado recientemente, iba a poner un jacuzzi en el nuevo baño de su casa (que había costeado con los beneficios de otros premios). A partir de esa ocurrencia, me puse a pensar en que si era realmente posible vivir, o al menos mejorar el nivel de vida, en base a los premios literarios.

Aquí no estoy pensando en el Premio Nobel o el Premio Cervantes para nombrar sólo dos de los más prestigiados. Esos premios se dan a escritores de mucha trayectoria y que ya han gozado de bastante éxito en el mercado. Estoy pensando más bien en aquellos premios, dotados de algunos cuantos pesos, que se otorgan en casi todas las capitales de provincia o que ofrecen instituciones de cultura, nacionales y regionales. Pocos son los escritores que no han presentado una obra a algún certamen con la esperanza de darse a conocer ante un público más amplio y, al mismo tiempo, ganarse un poco de plata.

Cuando empecé esta investigación descubrí que existen montones de premios literarios en el mundo literario hispánico. En este mes de octubre vencen nada menos que 45 premios literarios (puede que haya más, estos son los que descubrí en algunos minutos de Google). Estos incluyen premios de mucho prestigio, como el de la Casa de las Américas o, en menor grado, el de la Biblioteca Breve. Pero también incluyen premios que serán reconocidos solamente en zonas bastante limitadas, como el VIII Certamen poético y IV de cuentos ‘Centro Cultural del Tango Zona Norte’, de Argentina. Uno de los premios más curiosos que descubrí es el Primer Concurso de relatos sobre la depilación, dotado de un premio de mil euros en cada una de tres categorías: ‘Al relato más divertido’, ‘Al relato técnicamente más exacto’ y ‘Al relato sobre la experiencia más sorprendente (Sería interesante formar parte del jurado de este premio, ¿no creen?).

Esta situación no es nueva. Hay una tradición muy larga de premios literarios en el mundo hispánico (pensemos, por ejemplo en los juegos florales, que remontan al medioevo). En este Congreso tenemos una sesión sobre el Premio Nadal a través del cual el mundo descubrió a Carmen Laforet, por ejemplo. También en España el Premio Adonais nos presentó a los mejores poetas de más de una generación. Estos son premios que se les otorgan a autores novatos, no los premios que se les dan a los ya consagrados. Con un par de ellos un joven escritor se da ánimo para continuar su desarrollo.

No hay más que mirar las biografías de algunos jóvenes valores de la literatura reciente para ver la importancia que dan a los premios. En Wikipedia dan una lista de premios ganados para cada autor. Carmen Boullosa, por ejemplo, en los diez últimos años ha ganado por lo menos siete premios importantes. José Agustín no sólo ha ganado sus premios sino que ahora, en su estado natal de Guerrero, han puesto su nombre a un premio dotado de miles de pesos. La lista de los premiados incluye a casi todos los autores mínimamente conocidos en los años más recientes.

Así es el caso de Marco Tulio Aguilera Garramuño, un escritor que ha ganado decenas de premios y sigue publicando sin lograr, todavía, un verdadero éxito de mercado. Marco Tulio ha publicado, a lo largo de más de treinta y cinco años, algo más de una docena de novelas y muchas colecciones de cuentos. Empezó a escribir cuando era estudiante de licenciatura en Cali, continuó cuando fue a estudiar a Kansas, y, desde 1980 vive y escribe en Xalapa, Veracruz, en México. Nunca ha logrado suficiente público para poder vivir de su literatura, pero ha ganado una serie continua de premios que han hecho más cómodo su nivel de vida.

Cuando aún era estudiante de filosofía en Colombia dice que “escribía hasta tres y cuatro cuentos diarios” (Peláez González, Cristóbal: “Escritor nuestro y lejano.” El Colombiano-Dominical. Medellín, 19/11/89). Con estos cuentos ganó un par de premios –el Concurso internacional de cuentos (La Felguera, España, primer finalista), en 1973, y el Concurso de cuentos (Universidad de Santiago, Cali, primer y segundo lugar), en 1974– lo cual le dio cierto renombre en los círculos literarios locales y le estimuló a seguir una carrera literaria.

Luego vino la primera novela, Breve historia de todas las cosas. En 1975, el mismo año en que Aguilera Garramuño terminaba su licenciatura, apareció publicada por Ediciones La Flor, en Buenos Aires. Fue elogiada por la crítica tanto periodística como académica y fue galardonada con el Premio Nacional de Novela ‘Aquileo J. Echeverría’, otorgado por el Ministerio de Cultura de Costa Rica, país donde Marco Tulio había pasado su adolescencia y telón de fondo para gran parte de la novela.

Con estos premios a cuestas, y con la ayuda de Raymond Williams, a quien había conocido en Cali, salió a conquistar el mundo desde Lawrence, Kansas, donde estudió la maestría en literatura hispánica. Los dos años que pasó en Kansas aparecen novelados más tarde en su cuarta novela, Mujeres amadas, donde su alter ego protagonista hace uso de la poca fama que tiene a raíz de los premios para intentar conquistar a las mujeres a quienes va conociendo. En una escena, en una fiesta, hablando con una peruana, dice el texto: “Ajá, dijo, conque yo era el escritor, había leído en The Kansan la entrevista, decían que el éxito había llegado temprano, que ya me comparaban con... cómo se llama, ése que escribió la novela aquella llena de gente, el árbol genealógico, fíjense, muchachas, just imagine, una promesa de la literatura, ¿qué estás estudiando?” (pág. 14).

Al final de esta novela Aguilera Garramuño hace referencia a dos premios más que ganó en esta época, premios que otra vez le cambiaron la vida. Hablando en tercera persona de su alter ego protagonista Ramos dice: “Compró auto, un arcaico Wolkswagen (sic) gracias a un premio literario que le concedió la Universidad Juárez del Estado de Durango. 30.000 pesos, el beso de una reina y una rosa de oro en cajita de nácar, las venias de los ancianos de la Academia de la Lengua y la despedida de un mariachi, lo hicieron sentirse héroe olímpico coronado con ramitas de laurel y perejil” (pág. 194). Y en la siguiente página: “...gracias a otro premio conseguido con un cuento escrito en Lawrence decidió levar anclas y mandarlo todo a ese sitio tan conocido en México llamado la chingada” (pág. 195). Estos son premios verdaderos que ganó Aguilera Garramuño en 1979, año en que ganó cuatro premios en total con los que suplementaba su sueldo como profesor por horas en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

El Volkswagen comprado con el primero de los premios figura como elemento importante en una larga serie de cuentos y novelas escritas más tarde (Aún lo tenía cuando yo lo conocí diez años después). El segundo premio aludido arriba fue un Segundo Premio en un concurso de cuentos organizado por la revista La Palabra y el Hombre, revista literaria de la Universidad Veracruzana. (El primer premio fue para Sergio Pitol en ese concurso). Marco Tulio fue a Xalapa para recibir el premio; allí conoció al rector, quien le ofreció un puesto en la radio y en la editorial de la universidad, aceptó la oferta y se estableció definitivamente en esa ciudad.

En resumen, entonces, Marco Tulio Aguilera Garramuño pasó de estudiante a lo que sigue siendo su estado actual, el de trabajador/investigador en la Universidad Veracruzana, gracias a una serie de premios literarios. Los primeros le animaron a continuar, el de novela le facilitó su beca en Estados Unidos y le ayudó a seducir a varias mujeres. Una de esas fue el pretexto de su traslado a Monterrey, de donde se escapó gracias a un premio que le compró el coche y otro que le consiguió el trabajo.

En el mismo año de estos premios, ganó otro (segundo lugar, pues) por una colección de cuentos que luego se titularía Cuentos para después de hacer el amor. Este libro es el que más ediciones ha tenido y más libros ha vendido de toda su producción narrativa. Cada vez que aparece una nueva edición, en México o en Colombia, agrega y quita cuentos y además, busca otra editorial. La edición más reciente que yo conozco es de hace tres años, publicada en Colombia y México por Alfaguara. A raíz de este premio ha podido mantener un chorrito de ingresos a lo largo de casi treinta años.

La segunda novela que escribió Aguilera Garramuño terminó titulándose Paraísos hostiles. La acción está ubicada en un lugar que tiene mucho de Monterrey y algo de Cali. Al igual que la primera novela, la presentó para un concurso y sacó esta vez una “mención especial” en el Concurso Nacional de Novela patrocinado por el INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes de México)y el Gobierno del Estado de Querétaro. No le valió los mismos elogios de la primera novela, pero lo mantuvo frente a la crítica.

Con la tercera novela volvió a ganar un premio de verdadero prestigio, por lo menos en el ámbito colombiano. Con un libro llamado para el concurso Venturas y desventuras de un frenáptero (publicado luego bajo el título de Los placeres perdidos), Aguilera Garramuño mereció el premio de la Primera Bienal de Novela ‘José Eustasio Rivera’. Más tarde serviría como miembro del jurado en este mismo concurso junto con el chileno José Donoso, experiencia que recuerda y quizás vuelve más interesante de lo que realmente fue en un cuento.

Así que, con sus tres primeras novelas, Marco Tulio ganó premios en tres países distintos: Costa Rica, México y Colombia. Tenía un libro de cuentos que se vendía bien, sobre todo en Colombia, y empezaba a ser considerado uno de los jóvenes valores de la literatura hispanomericana del “post-boom”. Y sin embargo, se veía obligado todavía a mantener su sueldo en la universidad y a luchar por la publicación de cada nuevo libro.

Entre las dos novelas siguió presentando cuentos a varios concursos. Logró ganar menciones en tres concursos internacionales de cuento en diferentes años patrocinados por la revista Plural. También ganó un premio por un cuento en un concurso organizado en Coatzacoalcos.

Dos años después del premio a la tercera novela, Aguilera Garramuño presentó una breve antología de cuentos con el título de Los grandes y los pequeños amores en el Concurso Nacional de Libros de Cuentos organizado por el INBA en San Luis Potosí. Ganó el primer premio, lo cual le ha dado ánimos para escribir más cuentos de una índole algo diferente de la de las colecciones con títulos fuertemente eróticos: Cuentos para después / para antes de hacer el amor (Yo le culpé en un artículo una vez de escribir cuentos en vez de hacer el amor, pero no sé si será cierto).

Y Marco Tulio no se ha limitado a los premios de narrativa tradicional. Cuando ve un premio que le pica la curiosidad, se postula. Así fue que en 1990 recibió una primera mención en un Concurso Internacional de Teatro con la obra breve Queremos oso. Esta fue una versión teatralizada de un cuento publicado en varias colecciones con títulos diferentes. La obra de teatro se publicó luego en Tramoya, la revista de teatro que dirigían Emilio Carballido y Eladio Cortés. Este premio no le impulsó a dedicarse más al teatro, pero un cineasta colombiano sí filmó una versión de otro de sus cuentos con un poco de éxito en la televisión colombiana.

El próximo gran proyecto de Aguilera Garramuño fue una serie de novelas que formarían una tetralogía llamada El libro de la vida. El proyecto quedó trunco y sólo se publicaron tres de las novelas: Buenabestia, La pequeña maestra de violín y La hermosa vida. Sin embargo, las presentó para premios, lográndolos sólo para la primera. Con Buenabestia (titulada Las noches de Ventura en México) fue finalista en 1992 en el Concurso Internacional de Novela Planeta ‘Joaquín Mortiz’, y el año siguiente fue también finalista en el Concurso de Novela Novedades ‘Diana’ (la novela se publicó con Planeta en México y, en Colombia, con Plaza y Janés).

Durante muchos años Aguilera Garramuño trabajó en la editorial de la Universidad Veracruzana como director de la revista científica La ciencia y el hombre (nombre derivado evidentemente de la otra revista en que trabajó La palabra y el hombre). La revista era realmente de ciencia -estudios de biología, física, química, etc.- pero Marco Tulio también decidió dar un poco más interés a sus páginas incluyendo de vez en cuando obras de ciencia ficción. Al cabo de unos años decidió escribir un cuento propio, y, como es su costumbre, lo presentó en un concurso. En 1997 ganó el Premio de Ciencia Ficción ‘Bogotá, una ciudad que sueña’, por su cuento titulado Dios juega a los dados.

También probó suerte en otra área de la ficción. Cuando su hijo menor era pequeño inventaba cuentos para dormirle. Viendo que se daba un premio para cuento para niños, presentó una colección de cuentos muy moralizantes al jurado. Así fue que ganó el Premio Nacional de Cuento Infantil ‘Juan de la Cabada’, en 1998, con su libro El pollo que no quiso ser gallo. La primera edición de este libro fue patrocinada por el Gobierno del Estado de Veracruz, pero ha salido recientemente una nueva versión ilustrada en Colombia en la Editorial Alfaguara.

Entrar en Alfaguara, la más grande de las editoriales dedicada a la narrativa en todo el mundo hispánico, ha sido indudablemente el más importante logro que ha tenido Aguilera Garramuño con sus premios. Después de varios intentos fallados, Marco Tulio presentó un libro muy diferente para él en el concurso anual en 2002. Se trata de otra novela esencialmente autobiográfica, pero esta vez sin el elemento erótico. Narra los últimos años y el fallecimiento en el seno de su familia reunida de su madre, y se titula El amor y la muerte. No ganó el premio, que fue a la obra presentada por Elena Poniatowska, pero salió como primer finalista, lo cual sirvió para que se lo publicaran en la editorial. De ahora en adelante sus libros van a tener una difusión mucho más amplia.

No hay mejor manera de concluir este recorrido por el historial de la narrativa de Marco Tulio Aguilera Garramuño que con estas palabras suyas publicadas recientemente en su blog: Yo, que he participado en muchos concursos, perdido varios y recibido algunos, quizás suficientes para ganarme algunas animadversiones, reconozco que en el caso de algunos escritores premiados con grandes premios como el Nobel y el Cervantes, existe el peligro que entraña el éxito súbito y multitudinario: Gabriel García Márquez tuvo que encerrarse a piedra y lodo tras el Nobel; Doris Lessing tras el mismo premio ya no soporta su vida sometida a entrevistas, reuniones, celebraciones, homenajes; Sergio Pitol, que gozó intensamente su premio Cervantes, ahora se ve afectado por enfermedades que lo alejan de la vida pública. Y sin embargo, algunos personajes de la vida cultural local insisten en arrastrarlo a actos públicos soporíferos y torturantes. [...] ¿Conclusión? Los pequeños premios ayudan a vivir. Los grandes premios ayudan a morir. Para mí quiero muchos premios pequeñitos. Desde ahora declaro que no voy a aceptar el Nobel que ya me han ofrecido algunos inocentes y no muy iluminados amigos”.

Peter G. Broad, Department of Spanish, Indiana University of Pennsylvania

9 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. El artículo de Peter Broad está bien informado pero me parece que puede dar una idea equivocada de lo que soy como escritor: no habla en ningún momento de la calidad de las obras o de la repercusión crítica ni de el respeto de muchos escritores admitables han mostrado por mi trabajo: Rubem Fonseca, García Márquez, Efrain Huerta, Alejandro Sandoval, Edmundo Valadés, Enrique Serna, Eusebio Ruvalcaba, Oscar de la Borbolla, Jorge Ruffinelli, Wolfgang Luchting, Juan José Barrientos, Peter Schutz-Kraft, Seymour Menton, José Agustín, Luis Arturo Ramos, Paz Soldán, John Brushwood, Oscar de la Borbolla, Gustavo Álvarez Gardeazabal, Johnatan Tittler, José Donoso, Carlos Roberto Moran y 40 autores más de muchos países han escrito artículos elogiosos: de modo que lo que escribo no persigue solo el dinero, sino la calidad literaria. El caso es que me gusta el dinero como a Salvador Dali y no me arepiento de ello (como dice Cenamor).

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  3. Jajaja, eres auténtico Marco. menos mal que has aclarado algo, porque del artículo se desprende que eres un escritor muy, pero que muy dado al asunto de los premios, jajaja.

    Espero que ganes muchos más, sobre todo si con alguno de ellos puedes pagarte un viajecito por España.

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  4. Paco
    Estoy trabajando para ganarme el viajecito a España e ir a incordiarte un rato

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  5. Muy bien, así me gusta, a ver si nos vemos prontito por aquí.
    Un saludo.

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  6. Francisco, ten cuidado, Marco Tulio AG es un tipo detestable. Realmente habilón, nadie lo soporta. Y como escritor es mediocre.
    Si me crees bien, sino pues allá tu, ya lo conocerás si es que te cae por allá.

    AR

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  7. Gracias por el consejo. Aunque de mí poco se puede sacar.
    Un saludo.

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  8. Nunca se sabe, MT halla de donde sacar provecho, te lo aseguro.

    Por cierto, se vce un tipo sucio ¿se bañará?

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