en la mañana fina.
El Sur blanco sacude
su látigo y golpea. Van los niños
negros entre fusiles pedagógicos
a su escuela de miedo.
Cuando a sus aulas lleguen,
Jim Crow será el maestro,
hijos de Lynch serán sus condiscípulos
y habrá en cada pupitre
de cada niño negro
tinta de sangre, lápices de fuego.
Así es el Sur. Su látigo no cesa.
En aquel mundo faubus,
bajo aquel duro cielo faubus de gangrena,
los niños negros pueden
no ir junto a los blancos a la escuela.
O bien quedarse suavemente en casa.
O bien (nunca se sabe)
dejarse golpear hasta el martirio.
O bien no aventurarse por las calles.
O bien morir a bala y a saliva.
O no silbar al paso de una muchacha blanca.
O en fin, bajar los ojos yes,
doblar el cuerpo yes,
arrodillarse yes,
en aquel mundo libre yes
de que habla Foster Tonto en aeropuerto
y aeropuerto,
mientras la pelotilla blanca,
una graciosa pelotilla blanca,
presidencial, de golf, como un planeta mínimo,
rueda en el césped puro, terso, fino,
verde, casto, tierno, suave, yes.
Y bien, ahora,
señoras y señores, señoritas,
ahora niños,
ahora viejos peludos y pelados,
ahora indios, mulatos, negros, zambos,
ahora pensad lo que sería
el mundo todo Sur,
el mundo todo sangre y todo látigo,
el mundo todo escuela de blancos para blancos,
el mundo todo Rock y todo Little,
el mundo todo yanqui, todo faubus...
Pensad por un momento,
imaginadlo un solo instante.
Nicolás Guillén en La paloma de vuelo popular (1958), recogido en la antología Sóngoro cosongo y otros poemas (Alianza Editorial, Madrid, 2002).
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