Por tercera vez tengo el privilegio de participar en un acto de presentación relacionado con la poesía y la cultura saharaui. Y hoy la satisfacción, si cabe, es doble por dos motivos: En primer lugar, como escritor, porque presento a un extraordinario poeta, y por otra, como editor, porque se trata de la obra de un poeta saharaui.
La primera vez que me acerqué a la cultura de este extraordinario pueblo, he de confesar que lo hacía con una aproximación distinta, al menos a priori. Me seducía la idea primera de hacer justicia, de acercar a los lectores una realidad cubierta de polvo, vergonzosa y olvidada, desconocida, para ser honrado, y me lancé a la arena con un cierto grado de inconsciencia. Si no hubiera sido por la ayuda de dos extraordinarias personas: de Conchi Moya y de Bahia Mahmud Awah me hubiera perdido, nos hubiéramos perdido una oportunidad de oro. “¡Que sí Antonio, que hay un puñado de poetas saharauis!” –solía decir Bahia- “¡Que hay poetas saharauis muy buenos! ¡Que sí, que además escriben en español! ¡Que son saharauis, Antonio, que son poetas! ¡Verás qué monográfico va a salir!” Y me lo decía con una amplia sonrisa, con esa tranquilidad pasmosa que también compartimos andaluces y saharauis.
Este fue el primer poema de un poeta saharaui que leí, una noche de verano, hace ahora cuatro años. Se titula:
Mi mundo
Me detengo
en las esquinas de la nostalgia
para ver desfilar a las serpientes
que me envenenaron.
Me asomo
Me asomo
a las venas de la noche
y veo todos los ojos tristes
que me han mirado.
Miro a mi alrededor
Miro a mi alrededor
y sólo veo reptiles
que se disputan el corazón
de una muñeca de trapos.
Me miro por dentro
Me miro por dentro
y veo a un hombre
ahogarse en las heces
de un cuarto de siglo.
Luego me desnudo
Luego me desnudo
y salgo a tomar café,
a amar a la noche
en la soledad de un cementerio.
Este poema, que es casi una declaración de principios, conjuga todos los elementos que son comunes a los nómadas y los exiliados: los sueños, la añoranza, la memoria. Y es que uno no es consciente de la fuerza de esos versos de Ebnu (Mohamed Salem Abdelfatah) hasta que no ha tenido la oportunidad de contemplar el atardecer desde un cementerio saharaui.
Ayer, mientras preparaba esta introducción, asistí, como muchos de vosotros a otra declaración de principios, decidida también y vitalista, como la que ha venido protagonizando Ingrid Betancourt a lo largo de otro penoso exilio. Y si la cárcel de todo lo que ella representaba tenía un muro verde de manglares y vegetación, el que representa el de Ebnu en su fiereza amarilla de polvo y pedregales me parecía a mí que en diferentes contextos venía a ser lo mismo. Porque no nos equivoquemos, hablamos de lo mismo, de los sueños, la añoranza, la memoria. Sin embargo, hay algo distinto entre lo que representa Ingrid Betancourt con lo que representa a Mohamed Salem Abdelfatah, y es que Ebnu no tiene pasaporte francés. Y es que él, que tiene la generosidad de obsequiarnos su poesía en la lengua de Cervantes, en cambio las distintas Administraciones que esta lengua representa ha hecho gala de una tibieza a lo largo del último cuarto de siglo que no tiene calificativos.
En todo caso, en Nómada en el exilio (Asociación Cultural Almenara, Málaga, 2008) resuenan con rotundidad las voces que gritan en el desierto, en la hamada argelina, el peor trozo de tierra del planeta. En los poemas recogidos en la obra, transpiran los sueños de libertad del pueblo saharaui, con versos enérgicos y vitalistas, como los colores de las melhfas que visten sus mujeres en el desierto.
Quiero ahora dirigirme expresamente a los asistentes a esta lectura. Quiero deciros, ahora que tenéis la oportunidad de asistir a esta presentación, que miréis directamente a los ojos de Ebnu, luego esperad a que la pulpa fresca de su sonrisa deje paso franco a sus versos. Escuchadle atentamente, y veréis como de entre cuyos versos y de entre cuyas manos surge, sin duda, la palabra “sueño”, esa que está escrita en el frontispicio amplio de una generación llamada, por derecho propio, Generación de la Amistad.
Antonio Polo, director de la revista literaria Ariadna-RC
Madre mía Cena, que gran descubrimiento que maravilla, ya me pongo en marcha para conseguir el libro, este poema que has colgado, a parte de gustarme, me ha llegado, osea, que todo el libro tiene que ser una pasada.
ResponderEliminarBesos.
El poema del saharahui? Claro, son buenos poetas, escriben con mucha belleza y naturalidad. Los libros no son fáciles de conseguir, busca en sus páginas web cómo conseguirlos.
ResponderEliminarEs maravillosos abrir una página y descubrir un tesoro. Felicidades.
ResponderEliminarGracias, y hablando de tesoros, ya he visto que tienes unos cuantos, ya hablaré de ellos en nuestra sección de los viernes.
ResponderEliminarUn saludo.
Excelente post. Llega ahí donde tú quieres que llegue.
ResponderEliminarDel tema saharaui que me enviaste, cuenta conmigo.
Muy bien, te tendré informado sobre próximas reuniones y necesidades de organización y acción.
ResponderEliminarUn saludo.
¡¡¡Qué olfato tienes, Cena!!!
ResponderEliminarConseguiras al final que me aficione a la poesía.
Un abrazo.
Ángel.
Jeje, pos a ver si es verdad. Si la cosa es encontrar los poetas que nos gustan.
ResponderEliminarÚltimamente me río acordándome de ti, porque los melones que compro vienen de Membrilla y el vino ecológico que compro en Mercadona (muy buena relación calidad precio, por cierto) es de las bodegas Yubero, de tu pueblo, precisamente la misma que los buenos vinos que me regalaste.
Ciudad Real avanza comercialmente, ¡tiembla China!