Y es que en este nuevo libro del escritor Miguel Fajardo Korea, cuyo título corresponde, precisamente a Travesías (Jurisis Editorial, San José, Costa Rica, 2008), con portada de Isidro Con Wong y criterio de contracubierta del poeta argentino Rubén Vela, el discurrir de la existencia humana navega entre dos aguas: el piélago tenebroso de la maldad y el océano radiante del bien.
Tal aserto aparece definido en los epígrafes, a manera de pórtico, del poeta Isaac Felipe Azofeifa, “Yo soy el mar de palabras y deseos que navego”, y del jurista literato Juan Diego Castro: “El silencio frente al crimen es complicidad”.
La relación dialéctica de antinomia se evidencia desde el primer poema, ‘El mismo lugar’, con la metáfora “Plenilunio del abrazo/ y la ternura.” y las frases “El mundo/ como el mismo lugar/ desde donde seremos expulsados./ Miedo y violencia.” Y finalmente, la síntesis: ‘Caminamos’. Porque ese caminar, la vida, transcurre de una antípoda a otra, los dos senderos del devenir humano convergiendo en un “mismo lugar”.
Hay un acento categórico de denuncia: los crímenes contra la humanidad se han institucionalizado, con las dictaduras, la invasión militar o económica, la tortura, la violencia cotidiana, el asesinato, la miseria, la opresión...
Consecuentemente, el sujeto lírico expresa con mensaje lapidario: “Violaron el corazón de las esposas,/ acrecentaron la incertidumbre/ de las hijas.”; “Amenazan con cambiar / la luz para los huérfanos,/ las sonrisas encarceladas/ por el miedo a los sátrapas.”; “En las riendas del galope/ divisan el Trópico/ contra los derechos humanos./ ¡Es el poder!/ Es otro poder.”; “Ceniza, lágrima sedienta/ para no repetir el amanecer/ de los torturados.”; “El homicidio cuando abandonan/ un feto/ en los territorios de la maldad.”; “Los sistemas atacan/ la verticalidad del canto,/ sus manifestaciones auténticas,/ sus íconos delatores/ contra la maldad y la violencia.”: sintagmas que ejemplifican el transcurrir de los abismos.
Y ante la problemática que avasalla, se erige el fulgor que reside en el alma del ser humano: el amor, el bien, la esperanza, el arte, la solidaridad...
Así, por ejemplo, el amor y la poesía salvan a la humanidad: “Desnudémonos/ para honrar la memoria/ de los caídos anónimos/ desde la ceniza./ Lo que siempre debió suceder/ entre Adán y Eva:/ la experiencia más hermosa/ de sus cuerpos“; “El fuego como destino definitivo,/ lo pleno/ de tu amor./ ¡Saray!/ Mujer de siempre.”; “La poesía crece en el destierro./ La palabra/ es el poder de la verdad,/ nunca con la mentira.”; “Es América./ Su canto./ La verdad/ de sus comienzos./ El esplendor/ en las proclamas de Bolívar,/ Martí,/ Juanito Mora.”
Se destaca una jubilosa exhortación a derrotar el acoso aniquilador, para asir la luz: “Están por sonar/ los tambores/ contra el terror/ o el miedo./ ¡Escúchalos!/ Abramos la vida.”
En este contexto de carácter universal, el poeta, no obstante, inscribe pinceladas de guanacastequidad: “La selva como mariposa/ chorotega/ en el silencio/ de la espuma.“, “Los linajes concedidos/ como rumores soberanos/ en el árbol de las orejas.”, “La tinaja chorotega,/ el jícaro dolarizado:/ guerras, TLC, europeización.” y la esplendente guanametáfora “Exploramos el delirio/ de la huelenoche/ en la sonrisa de tu luna.”
El apartado final del último poema es una apoteosis al triunfo del amor universal, pero especialmente cristalizado en la voz entrañable del hogar, donde la Madre y el Padre son colina perpetua que trasciende los tiempos: “Los abrazos/ recubren el ayer/ en la inocencia de la camelia,/ el armisticio en el círculo de la nocturnidad./ Solo tu palabra/ ¡Madre!/ me continúa faltando./ También tu abrazo/ ¡Padre!/ La ceguedad de tu luz como travesía.”
Este poemario del costarricense, Miguel Fajardo, que resplandece con magnificencia conceptual, intensidad lírica y compromiso social, empieza con el lexema que le da nombre, “Travesías”, y finaliza con el vocablo “travesía”: es el círculo de la eterna singladura existencial.
Lic. Marco Tulio Gardela, Centro Literario de Guanacaste, Costa Rica
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