Congeladas las manos y los pies y la cabeza en flecos dividida.
Unos contra otros apiñados. Los unos sobre los otros en las alturas.
El cielo se desploma transformando su azul en melodía de pífano.
El lago, carcelero, retiene la mirada de Dios imantada en la escarcha.
La hora manda un whisky y prevenido en el desgarrón del ahora.
Meditación: contempla arcos y escaleras. La luz catedralicia desova colibríes y gorriones.
Tanta belleza me azora y enloquece. A eso (¡por Dios!), hay que sacarle el cuerpo.
Alexis Gómez Rosa en Tiza y tinta (Ediciones Lluvia, Lima, 1991).
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