jueves, 12 de abril de 2007

Estuve en el recital de José Carlos Llop en la Librería Alberti

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Cuando uno se acerca al recital de poesía de un poeta que no conoce puede pasar cualquier cosa, incluso pensar que no debería estar allí. Pero asumí el riesgo y me presenté en el recital de José Carlos Llop en la Librería Rafael Alberti de Madrid. Vaya por adelantado que disfruté con la lectura de este poeta mallorquín.
La presentación la hizo Sergio Suárez, organizador del ciclo de poesía de la Librería y comentó que la poesía de Llop, su obra en general, “nos lleva a tierras lejanas de un siglo XIX civilizado y cosmopolita, culto, amable, bello, donde los viajes siempre son felices“.
José Carlos Llop, antes de recitar, nos habló de las delicias del azar, de como lo que ocurre hoy nos pone en situación con lo de ayer, con una película de tramperos y su banda sonora; nos habló de sus recuerdos de adolescencia.
Reconozco mi torpeza, pero no fui capaz de identificar el primer libro del que leyó unos versos discursivos, hechos de palabras sencillas y a la vez plagados de citas de artistas que le han servido como referentes, en un permanente homenaje. Llop recitaba ligeramente como si nos estuviese contando anécdotas, no como si recitase poesía. Intercaló del mismo libro unos versos cortos, con imágenes muy claras y directas.
Después nos leyó de su libro inédito La venida de la luz, igual de discursivo, pero más denso como si el tiempo le hubiese madurado. Eso sí, plagado de una continuidad de símbolos y atmósferas.
Terminó con una elegía a la muerte de su padre completamente estremecedora.
En fin, que disfruté de una poesía mediterránea, muy luminosa, con referencias constantes a la música, el cómic, la ópera, la pintura, la filosofía, el cine…
Después, interpelado por sus oyentes, Llop manifestó que se siente contemporáneo de numerosos poetas y escritores extranjeros, más que de los españoles. Y puso como ejemplo a Robert Graves, y nos habló del carácter isleño creado de visitas de artistas extranjeros, de marineros yankis que llevaban el jazz y el rock.
José Carlos Llop, un poeta para leer, pero sobre todo para escuchar.

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