se
consume como una oración,
otra germina como una queda flor.
Por doquier, luces aletean
como polillas
atrapadas en una telaraña
del tamaño de este atardecer,
o si no,
velas encendidas,
pequeñas cual gotas de lluvia,
igualmente inciertas,
sus llamas sin fundir, sin tocar
la piel.
Por doquier
vidas
habitan esas llamas,
con tantas noches de pasar
por el fuego,
no Sadrac recorriendo el candente
horno,
sino recorriendo la anchura de ventana
y lámpara,
lanzando sus sombras de un
soplido a las
paredes;
mil cerillas encendidas,
no conociendo el milagro,
espirales de llamas lamiendo contra el escaso cristal,
mientras que en su propio
centro,
ciegas como relojes,
hay mechas negándose a arder.
Kevin Irie, incluido en Antología de la poesía anglocanadiense contemporánea (Los libros de la frontera, Barcelona, 1985, selec. y trad. de Bernd Dietz).

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