Aborda en la chamuscada orilla
las naves de cartón, y duerme,
muchachito patrón: que al menos tú no sientas
los malévolos espíritus que navegan en bandadas.
En el cercado del huertecillo vuela el búho
y las chamizas de los tejados son pesadas.
El instante que arruina la obra lenta de meses
llega: a veces resquebraja secretamente, a veces arranca en un soplo.
Viene el agrietarse; quizá sin estrépito.
Quien ha edificado siente su condena.
Es la hora en que sólo se salva la barca al pairo.
Amarra tu flota en los cañaverales.
Eugenio Montale en Huesos de sepia (Visor Libros, Madrid, 1975, trad. de Francisco Ferrer Lerín).
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