Y tú también
quejido,
inútil,
extraviado,
de tranvía ya loco
de trajes
y de horarios;
adentro de mis venas,
en mi tiempo,
en mis huesos,
mezclado a mi silencio,
a mi pulso,
a mi fiebre,
a todo lo que impregna
esta vigilia estéril,
con ritmo de gotera,
de persiana que se abre
y golpea, golpea,
aquí,
adentro de lo hueco,
donde estoy confinado,
recluido entre tendones,
asomado a los párpados,
aquí,
entre azoteas,
ventanas,
moribundos,
vajillas que se bañan,
rodeado de papeles,
de todo lo que sufre
mi presencia obstinada:
los libros,
la ceniza,
los lápices,
la silla,
el pelo y la dulzura
que se acerca, y me mira,
la mesa
y el ropero,
con sus trajes ahorcados,
la cama que me espera
—el velamen tendido—
anclada en la penumbra,
¿en el sueño?,
¿en la vida?,
las cortinas,
la alfombra,
que miro y me entristece
cuando voy a sacarme,
con calma,
los botines,
y llega algún recuerdo
fragmentario,
perdido:
las plazas de mi infancia,
un camino,
una casa;
las manos,
las caderas,
las piernas amputadas
de mujeres diluidas
por las horas,
los ruidos,
que suelen detenerme,
de pronto,
en la certeza
de haberlas poseído
entre muebles extraños;
mientras oigo la calle,
la noche que oscuramente muge,
como una vaca enferma,
al ir a cobijarse
en los grandes hangares
que orinan los inviernos,
mientras salen los trenes,
taciturnos,
quejosos,
que van hacia la aurora
desgarrando el silencio,
con un grito oxidado
que se mezcla a mis nervios,
a mi tinta,
a mi sangre.
Oliverio Girondo en Persuasión de los días (1942), incluido en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía. Calcomanías y otros poemas (Visor Libros, Madrid, 1995).
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGrande Oliverio, haciendo de la cotidianidad pura poesía; poesía que narra eso que nos sucede porque lo sentimos o pensamos (o, mejor, sentimos-pensamos). Poeta que nos torna visibles, invitándonos a un mundo ("te entiendo, soy como tú, te brindo una mano") y se torna en humano espejo, mientras que otros si acaso llegan a vernos es sólo con los ojos; con el funcional sentido que sólo percibe el hecho desnudo -el gesto vacío- como ese de quitarse los zapatos; pero el poeta no sabe de hechos: él lo que sabe es que a ese hombre de enfrente le ocurren muchas cosas; todas innombrables, porque la palabra es límite y esto también lo sabe y le entristece, pero se obstina y emprende el canto: el canto con el que se aproxima a responder-se, a responder-nos... Y qué magistralmente lo hace vuestro elegido de hoy: ¡Gracias por compartirlo!. Y felicitaciones por el blog.
ResponderEliminarSin duda Oliverio demostró ser un poeta cercano, y a la vez fue muy vanguardista. Y un siglo después sigue siendo tremendamente actual, incluso en la manera de decir.
ResponderEliminarUn saludo.