Hay adoquines en las veredas pero no muy grandes. Un paseo peatonal donde cualquiera habla con cualquiera, donde se cobran los cheques de los pensionados
y un veterano se sienta al sol a fumarse el últimocigarrillo de la tarde. Cuando se hace tarde,
(hay) algunos jugando ajedrez o apostando
una cerveza, decidiendo
cuál será el próximo país
dispuesto a caer en desgracia. Hay buses
que pasan siempre a la misma hora, cajeros de banco
que te sonríen, choferes de la locomoción colectiva
que te preguntan cómo estás. Hay árboles que
cambian de hojas
(y de color al comienzo del otoño).
Una biblioteca que permanece abierta hasta las dos de la mañana.
Otra que presta los libros durante unos seis meses. Y un río que homónimo y circunspecto no guarda relación con la ciudad.
Nadie puede suicidarse saltando de estos puentes. Tampoco reflejarse en estas aguas.
Cristián Gómez Olivares en Homenaje a Chester Kallman (Editorial Luces de gálibo, Málaga, 2010).
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