me despertaste del profundo sueño;
tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres;
espera, pues, y escucha mis cuidados...
pero ¿cómo te digo que me esperes
si están, para esperar, los pies clavados?
Félix Lope de Vega, incluido en Oración litúrgica del pueblo de Dios (Difusora del libro Tepeyac, México, 1974), incluido, a su vez, en Al celebrar tu memoria. Poesía para domingos y fiestas (Editorial Sal Terrae, Santander, 2005, ed. de Casiano Floristán).
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