miércoles, 7 de abril de 2010

Raquel Lanseros nos habla sobre 'A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal', de Raquel Zarazaga

Me sumerjo con avidez en este último libro de Raquel Zarazaga (A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal, La Compañía de versos Ediciones, Granada, 2010) que ella misma me hace llegar generosamente y casi en primicia. Con Raquel comparto, además del nombre propio, el amor por la provincia de Cádiz, mi tierra natal y su tierra adoptiva. Las dos hemos viajado respectivamente de Sur a Norte y de Norte a Sur, por tanto ambas sabemos muy bien que sobre la tierra no hay fronteras ni lindes, sino vías y caminos. Y donde existe un camino, se crea la posibilidad, el aprendizaje, la oportunidad inmediata de ser libres y crecer a lomos de esa libertad. Tiene la poesía de Raquel Zarazaga un tono intimista, cercano, una transparencia que nace desde su yo poético pero se remansa indefectiblemente en el nosotros, creando ese espacio de comunicación universal que puede existir tan sólo entre dos corazones humanos liberados de escudos y armaduras. Zarazaga revela su lado más frágil y delicado, mujer con alas rotas que no renuncia sin embargo a la consciencia de su propio dolor, certeza desde la cual parte toda posibilidad de sanación. La sal escuece sobre las heridas, pero a la vez es capaz de curarlas. Esta dualidad entre lo nocivo y lo balsámico, sempiterna tensión entre opuestos, -el bien y el mal, el llanto y la alegría-, vertebra los poemas de Raquel en la misma medida que lo hace en el mundo real. Utiliza la poeta una rica simbología que incrusta gemas de brillo inigualable entre sus versos. Así, la sal, su consistencia, intitula parcialmente el poemario y representa el principal nutriente vitalicio, aunque a veces resulte excesivo en su contundencia, como todo alimento. Esta ambivalencia anteriormente mencionada es una constante captada por la lúcida mirada de Zarazaga: "Quién no capturó un error infinito. / Somos tal como somos. / Mitad magia, mitad desorden. / Mecánica combinatoria / de ángeles carnales. / (…) / Cuando se levanta la bruma / y vuela la quimera / a veces menguamos, otras ardemos. / Forma parte de nuestra condición". La poesía de Raquel es dulce, certera, sutil, y a la vez plenamente sensorial. Todos los recursos sensitivos son manejados con magistral eficacia por la autora, que logra transmitir al lector un mosaico de sensaciones vívidas y tangibles. En el universo de Zarazaga, el olor es símbolo de vida, de regocijo existencial dentro de un epicureísmo medido, racional, sin desmesuras. El olor de la sal nos llega a veces, cuando llueve. El olor es "promesa y esperanza, / señal y sospecha, / bálsamo y hedor". La lluvia es redentora, encarna la purificación y la renovación. Hay en la poeta un empeño optimista, una tácita creencia en las segundas oportunidades, en la posibilidad perpetua de reinvención de nosotros mismos: "Y aunque la lluvia de las lágrimas / venga de nuevo a buscarte los ojos / trocar piensas las horas del vacío / por verbos cálidos / -tu lengua vestida de rosas- / vocablos luminosos que te aparten / de las indignas súplicas". Poesía limpia y directa, cargada de verdad, la que nos ofrece Raquel Zarazaga en este A veces, cuando llueve, nos llega el olor de la sal. Flor de hondo lamento esperanzado, letanía vivaz que deja en todo momento vislumbrar una puerta de salida: "El mundo se desdice en cada nunca, / incapaz de parar mi pánico. / Con la lanza en el costado, / repto por la bruma. / Y si la flor del alcohol / recoge mis deshechos, / en ella me abismo y remanso allí / la cesta derrochada / de mi niñez feliz, / liviana gracia entre las ruinas". Están a punto de adentrarse en los confines de un alma humana expuesta sin dobleces, con la hábil maestría de quien apenas concede importancia al arte de extraer el jugo de la belleza misma de la realidad. Disfruten del viaje y presten atentos oídos, su lirismo elegante y verdadero no les defraudará. Raquel Lanseros Raquel Zarazaga nace en Bilbao cuando aún la ciudad latía al ritmo de los astilleros y los altos hornos. En su primer colegio aprende pronto a ponerle nombre a los sueños y le gusta. Pero no es hasta muchos años más tarde cuando cruza el espacio rumbo al Sur y se instala en la Bahía de Cádiz y en contacto con la Tertulia El Ermitaño, donde codirige varias ediciones de la Bienal de Artes plásticas y literatura Plastilírica, cuando empiezan a conocerse sus primeras creaciones. Y empiezan lecturas múltiples en la Fundación Caballero Bonald, en los Talleres de Poetas en el aula, en ciclos de lecturas como 'Diverso-Divino' en Jerez, 'Haikus' en Montenmedio, 'Mujeres de luz' en la Fundación Alberti, 'Salón de tarde' en la Casa de las Mujeres de Jerez…; y publicaciones en revistas literarias y virtuales como: La rosa profunda, Las afinidades electivas, Almiar, Hankover, Poemanía, Femiteca de Ciudad de mujeres…, entre otras. Publica Im-propias en la Colección de Poesía El Ermitaño, con prólogo de Josefa Parra, y en antologías varias: Café Central, Aula de Poesía de Sanlúcar de Barrameda…, y en otras de próxima aparición : Escritos con tiza, del grupo de Indocentes; Veintiuno, de CVA Ediciones. Tiene inéditos otros títulos como: Poemas vegetales, Seda salvaje, El grano de trigo, Imaginario de la infancia y Hierba oliendo a carne, que da nombre a su blog.

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