La que lleva en su cuello un collar de tres filas
hecho con dientes de mono azul,
que vive bajo el cielo como un pájaro de plumas rojas
y sobre la tierra como el agua que corre,
cuyas palabras son espejos de cobre de mis palabras,
y sus ojos de mis ojos,
madre de mi tercera hija
y de mi quinto hijo varón
¡TARANTA-BABU!
Ya no queda ninguna puerta
a la que no haya llamado
todos estos meses.
Calle a calle
fragua a fragua
paso a paso.
¡En Roma
he buscado a Roma!...
Aquí
los grandes maestros
ya no tallan el mármol
como un tejido de seda.
Ya no soplan los vientos de Florencia,
ya no se escuchan los cantos de Dante Alighieri,
ni se admira el rostro pintado de Beatriz,
ni se ven las manos, dignas de ser besadas,
de Leonardo da Vinci.
¡Miguel Ángel
es un presidiario encadenado en los museos,
y de su cuello pálido
colgaron a Rafael en la pared de una catedral!...
Hoy,
en las grandes y anchas avenidas de Roma
no hay más que una sombra sangrienta
apoyada, como una hacha de dos filos
contra los bancos de hormigón,
para un César
cortando a cada paso
la cabeza
de un esclavo,
abriendo a cada paso
una tumba.
¡Roma!
No preguntes:
"¿Quo Vadis, Roma?"
Está tan claro
como el sol de nuestras tierra!
¡Calla Taranta-Babu!
Cállate
con amor,
con respeto,
riendo,
gritando...
Escucha y mira:
¡ESPARTACO rompe sus cadenas
en los arrabales de Roma!
Nazim Hikmet en Cartas a Taranta-Babu (1935), incluido en Antología (Visor Libros, Madrid, 1973, trad. de Soliman Salom).
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toda ruptura de cadenas es buena
ResponderEliminarPero toda, toda, además.
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