Para Manuel González Prada esta emoción bravía y selecta,
una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tu hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no tienes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos rojos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Talvez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
César Vallejo en Los heraldos negros (1918), incluido en Obra poética completa (Alianza Editorial, Madrid, 1994, ed. de Américo Ferrari).
Otros poemas de César Vallejo y artículos sobre su obra
Pincha para ver la lista de poemas incluidos en el blog
una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro.
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tu hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no tienes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos rojos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Talvez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
César Vallejo en Los heraldos negros (1918), incluido en Obra poética completa (Alianza Editorial, Madrid, 1994, ed. de Américo Ferrari).
Otros poemas de César Vallejo y artículos sobre su obra
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Hola, muy bueno el blog. Noto que elegís un poema diario. Me gustaría que leyeras los míos, gracias.
ResponderEliminarPero el objetivo es promocionar autores editados. Solamente salen poemas que me han gustado y los he leído en libros o revistas.
ResponderEliminarMe pasaré a leerte en cualquier caso.
Un saludo.
Los poemas que leíste en el blog se publicaron en La Felicidad es un Gordini (Textos de cartón - Córdoba -2009)
ResponderEliminarLo siento, soy exageradamente inflexible. Si no hago mi ficha mientras leo un libro luego no sale.
ResponderEliminar¿Qué puedo decir de Vallejo?
ResponderEliminarsiento una debilidad tan grande por él...
El poeta más humano, mi primer gran poeta.
ResponderEliminarSiempre cuelves a Vallejo... entiendo por qué, sin palabras en "esta noche sorda".
ResponderEliminarBesos
Vallejo tiene las imágenes más conmovedoras que he leído nunca.
ResponderEliminarVallejo para mi gusto el ser mas sensible y enigmatico, la poesia fluye por sus venas, tiene la facultad de conmovernos porque es sensible y duro, tan duro que nos arranca las venas sin sangrar siquiera las heridas.
ResponderEliminarSi Vallejo descubrió pronto lo terrible de estar vivo.
EliminarEn mis ojos "brujos", no "rojos". Saludos.
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