en la oscuridad,
por lo que al final todo acaba
sin un brazo o una pierna.
Pero, en fin, si eso es todo
lo que tienes para jugar...
¡Esta muñeca, al menos, tenía una cabeza,
y labios encarnados!
Calles desiertas, casas de madera,
sucios escaparates:
sentada en los peldaños,
una niña en camisón le hablaba.
Parecía un asunto serio.
tanto que la lluvia quiso oírla,
y cayó sobre sus pestañas,
y las hizo brillar.
Charles Simic en Desmontando el silencio (Ayuntamiento de Lucena, Córdoba, 2003, trad, de Jordi Doce).
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