Escrita en Berlín Oriental el 11-9-1961
Nací en 1902.
Jamás he vuelto a mi ciudad natal.
No me gusta volver atrás.
A los tres años, en Halep, ejercí la profesión de nieto de pachá,
a los diez y nueve la de estudiante en la Universidad de Moscú,
a los cuarenta y nueve, otra vez en Moscú:
y desde los catorce años escribo poesías.
Hay hombres que conocen mil variedades de hierbas, otros
conocen variedades de peces,
yo, de separaciones.
Hay hombres que saben de memoria el nombre de cada estrella,
yo, el de las nostalgias.
He dormido en las cárceles y en los grandes hoteles.
He pasado hambre. Casi no existe plato que no haya probado
incluido el de la huelga de hambre.
A los treinta años han querido ahorcarme,
a los cuarenta y ocho quisieron concederme la medalla de la paz
y me la concedieron.
A los treinta y seis, necesité seis meses para recorrer
cuatro metros cuadrados de sombrío hormigón.
A los cincuenta y nueve, en diez y ocho horas volé
desde Praga a La Habana.
En 1951, en un mar, en compañía de un amigo,
anduve sobre la muerte.
En 1952, con un corazón cascado, tendido sobre la espalda,
esperé a la muerte más de cuatro meses.
Fui locamente celoso de las mujeres a las que amé.
No le tuve ninguna envidia a nadie, ni siquiera a Charlot.
Engañé a mis mujeres.
Nunca hablé mal detrás de mis amigos.
He bebido, sin llegar nunca a borrachín.
Siempre con el sudor de mi frente
gané mi dinero ¡Qué suerte para mí!
Sentí vergüenza ajena. Mentí.
Mentí por piedad.
Pero nunca dije mentiras porque sí.
He subido en tren, en avión, en coche.
La mayoría no lo consigue.
He ido a la Ópera.
La mayoría no consigue ir
a la mezquita, la iglesia, el templo, la sinagoga, los hechiceros;
ni siquiera ha oído hablar de la Ópera.
Sin embargo, desde los 21 años no voy
a muchos de los sitios donde va la mayoría,
pero suelo hacerme leer el porvenir
en los posos del café.
Mis escritos están impresos en cuarenta idiomas
y prohibidos en mi Turquía, en mi propia lengua.
No tengo aún el cáncer,
tampoco es obligación padecerlo.
Nunca seré primer ministro o cosa parecida,
tampoco me gustaría serlo.
No fui a la guerra
pero tampoco bajé a los refugios en medio de la noche.
No me arrastré en las carreteras
huyendo de los aviones que vuelan a ras de tierra.
Cerca de los sesenta me enamoré.
En pocas palabras, amigos míos,
aunque esté hoy en Berlín, muriendo de nostalgia,
puedo afirmar
que he vivido como un hombre.
En el tiempo que me queda por vivir
¿qué podrá ocurrirme aún?
¿Chi lo sa?
Nazim Hikmet en 835 líneas, incluido en Antología (Visor Libros, Madrid, 1973, trad. de Soliman Salom).
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Excelente biografía, ya me interesa el personaje y el poeta.
ResponderEliminarQue magnífica manera de contarnos su vida, más con sensaciones que con sucesos concretos.
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