En pie, delgado, altísimo
nivelador de vientos,
el material suspiro
de mi oculto silencio,
dejándome vacío
sobre la calle, expuesto
por falta de equilibrio,
al fácil atropello
del asalto de un grito
o del cruzar de un beso,
cansado, se ha evadido
del largo cautiverio,
desatándose al río
interior, de mi cuerpo.
Pesada está mi frente...
Tal vez mi pensamiento,
voluntario, sus alas
ha fundido en el tiempo.
No sé qué ardor de fuera,
como un sol de desiertos,
me aprieta en la garganta
la voz seca del sueño.
Mis pies, como dos sombras
larguísimas, al suelo
peligroso y urbano
del día están sujetos.
Emilio Prados en Jardín cerrado (Ediciones Cátedra, Madrid, 2000).
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Preciso poema.
ResponderEliminarUna abrazo, Cena. Estoy esperando "eso", ya te contaré.
Ya nos dices sí. Por cierto, avisadme cuando publiquéis en vuestros blogs esos especiales que os curráis.
ResponderEliminarárbol poeta y poeta árbol, no está claro...
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