Es una vieja historia, el modo en que sucede
a veces en invierno pero a veces no.
El hombre que escucha se queda dormido,
se abren las puertas de los armarios de su infelicidad
y la desgracia irrumpe en su habitación:
muerte al amanecer, muerte al anochecer,
sus alas de madera magullando el aire,
sus sombras las leches derramadas que el mundo lamenta.
Hay una necesidad de finales sorprendentes.
El verde campo donde arden las vacas como papel de periódico,
donde el campesino se sienta y contempla,
donde nada, cuando sucede, es lo bastante terrible.
Mark Strand en Aliento (Ayuntamiento de Lucena, Córdoba, 2004, trad. de Julián Jiménez Heffernan).
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