Me acoges
en el seno partido en dos mitades
como fruta madura y con las manos
ofreces alimento y me alimentas
de tu cuerpo fruta, y en el regazo
que se forma al comer crece mullida
la hierba; en el crepúsculo se ocultan,
sobresalientes si nos acercamos,
nuevamente los sueños: despertamos.
Jesús Ayet en Canto a la divinidad (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2002).
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