He vuelto
a esas cenizas calles de adoquines
donde la mente martilla esfuerzos
y está el viejo Konstantinos
tras el disfraz de un muchacho
tan bello que hace olvidar los adoquines
y las enhiestas voces
soplando alrededor el peligro de toda osamenta
ahora ambos corremos a su encuentro
tras el mismo aguacero
derrumbados sobre el muelle en señal de asesinato
sobre la bala de agrietar la razón
urdiendo telarañas entre los techos
un disfraz es un destello
en la abundancia
(confiesa el viejo Konstantinos
la mano en el aire como amapola
si la gota de lluvia inunda el ojo
de calles adoquinadas)
en todo gesto cabe una sonrisa
entre la mía y la del hombre
hay demasiadas curvas y da vértigo nombrarlas
así dijo alejando su mano
de los golpes de viento interminables
y entonces salimos a encontrar
en las difusas calles
los colores que el hormigón y el hombre van perdiendo.
Félix Hangelini en La Devastación. La imaginación de la bestia (Fundación Jorge Guillén, 2006).
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