Llanuras sin confín, lagos de plata,
rizados por los vientos marineros;
horizonte soldado con luceros
a la bruma de ocasos escarlatas.
Soledad marismeña, serenata
de silencio dormido en los esteros;
una cuerda de cisnes viajeros,
al cielo con la tierra, en plumas ata.
Solo con mi caballo en la llanura,
-punta de imán mi voz-, encuentro el cielo
a un andar con la tierra, la finura
del lubricán deshila la camisa
de los ángeles todos, y un revuelo
de nieve, el orto en alas blancas frisa.
Fernando Villalón en La toriada. Antologado en Antología de los poetas del 27 (Selecciones Austral, Espasa-Calpe, 1982).
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