Llueve noviembre sobre Madrid
a las tres y cuarto de una tarde oscura.
Paquetes de humo de otoño en las aceras.
Poeta es lo único que quiero ser.
Las nubes acarrean recuerdos
a las puertas de las barberías.
El sexo de Madrid, extendido y resignado,
recibe en éxtasis los perdigones de mercurio de la lluvia.
Bajo el paraguas, camino como un pionero de la tristeza.
Los barrenderos del viento limpian
de briznas de tormenta las losas del cielo.
Me siento un mártir eufórico sin gloria
frente al ministerio sin bandera del otoño.
Pascual-Pedro Hernández en El tema perpetuo (Aleceia, 1996).
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