“¿Lincoln?”—
Bueno, yo estuve en el antiguo Segundo Regimiento de Maine,
el primer regimiento del Estado del Pino que llegó a Washington?
Claro que no llegué a sentir el olor de la pólvora;
solo estuvimos allá para guardar la capital—
todos nosotros éramos novatos.
Nunca he estado en el teatro en mi vida—
No supe, pues, de qué manera conducirme.
Aún puedo ver tan claro como si fuera mi sombrero el palco en que él estaba
cuando lo tiraron—
¡Créame, amigo, hubo un gran pánico
cuando encontramos que el presidente estaba como estaba!
Nunca vi un soldado en el mundo que no lo quisiera.
Sí, amigo. No se olvidaba su figura así no más.
Era un hombre enjuto,
era un finquero.
Todo estaba muy bien, ya lo creo,
aunque no era bien parecido que se diga,
nada de eso.
Cara flaca, pescuezudo,
y el labio grueso como salido.
Y era un tipo divertido— siempre bromista;
y no estaba tan encumbrado que los muchachos no pudieran hablarle en su manera de ellos.
Cuando yo estaba de servicio en el Hospital,
él solía venir y me decía: “Estás muy bien aquí”.
Animarnos, ve usted.
Y se agachaba y les hablaba a los muchachos—
Y les hablaba con tanta intimidad —tan cariñoso—
Por eso es que le digo que era un hombre del campo.
No le quiero decir que no haya estado bien todo lo de él, me entiende,
nada más que —bueno, yo era un finquero—
Y él era mi vecino, el vecino de todos,
apuesto que hasta a ustedes los jóvenes de ahora les hubiera gustado.
Witter Bynner, incluido en Antología de la poesía norteamericana (Fundación editorial El perro y la rana, Venezuela, 2007, selec. de Ernesto Cardenal, trad. de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal).
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