Está conmigo, igual que antaño contigo,
oh, poeta, cronista de la naturaleza,
los mares del verano han perdido su tonalidad,
y la tempestad asienta su pesadumbre por todas partes.
El más amable susurro de las profundidades
escande el canto fúnebre por quien perdí.
Y cuando las olas elevan sus escarpados surcos,
transportan la salada espuma en donde cruje
una voz que también se escucha en el viento,
que me ofrece unirme a él cuanto antes,
que me arroje contra el aliento desapacible de la tempestad,
pues puede ofrecerme un féretro gemelo.
Y cuando el océano entero parece llano y suave,
cuando los velámenes lejanos escintilan,
pinta tu forma mi pobre corazón
en el más grácil esquife, contenida.
Después corro como una salvaje hacia la playa,
y de buen grado me apoderaría del barco más frágil,
y desde la aburrida tierra empujaría la corteza del ligero casco,
hacia las olas danzantes para ponerlo a flote.
Tampoco puedo volver a mirar el mar,
al menos no lo consigue la persona que fui;
creo que mi amargo dolor ya no se incrementará,
pero no lo afirmo con mente serena.
A menudo lloro en soledad
y derramo muchas lágrimas amargas
mientras inútilmente evoco las alegrías pasadas
y me encoge el miedo por los años venideros.
Mary Shelley, incluido en Antología de poetas inglesas del siglo XIX (Alba Editorial, Barcelona, 2021, trad. de Xandru Fernández y Gonzalo Torné).
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