jueves, 13 de enero de 2022

Poema del día: "Rosa roja y una mendiga", de H.D. (Hilda Doolittle. Estados Unidos, 1886-1961)

               (agosto 17-septíembre 24, 1960)

                                1

¿Por qué viniste
a perturbar mi declive?
Soy mayor (era mayor hasta que llegaste);

la rosa más roja se abre,
(lo que es ridículo
a esta hora, en este lugar,

irrespetuoso, imposible,
incluso un poco escandaloso);
la rosa más roja se abre;

(nadie lo puede evitar,
ninguna amenaza inmanente del aire,
ni siquiera el clima,

frustrando nuestra fruta veraniega),
la rosa más roja se abre,
(deben tenerlo presente).

                                2

Llévame donde quieras, donde sea;
camino hacia ti,
Doge —Venecia—

tú eres toda mi heredad;
me esconderé en tu mente
como un niño se esconde en el ático,

¿qué encontraré allí?
magia o religión— ¿ambas? ¿ninguna?
¿una o la otra? juntas, igualadas,

emparejadas, exactamente la misma,
iguales en poder, juntas y separadas,
tus ojos de ámbar.

                                3

Isis, Iris,
Fleur de lis,
Bar-Isis es el hijo de Isis,

(bar ou ver ou ben, signifiant fils)
¿Así que Bar-isis es Par-Isis?
París, de todos modos;

ya que tú no bebes nuestro vino,
ni salas nuestra sal,
he de entrar a tus sentidos

por la resina quemada y las escamas del pino
ardiendo sin fuego en un plato llano;
¿fuiste la ermitaña de una cueva?

¿por qué nos castigan?
sal, sal de la oscuridad;
¿me abrasaré hasta las cenizas en este calor?

                                4

Dicen que el sacerdotal y heráldico iris
es el loto, la azucena martigan,
magenta, púrpura— ¿estoy blasfemando?

encogiéndome en la lluvia,
pienso en las arenas calientes,
y llamo, llamo nuevamente

Bar-isis, París;
llamo a París, París,
no al griego,

no al cortés pretendiente de Verona
«donde desplegamos nuestra escena»
aunque Verona no esté lejos,

ahora camino hacia ti,
Doge —Venecia—
eres toda mi heredad.

                                5

Venecia— ¿Venus?
esta tiene que ser mi posición,
mi estación: aunque tú renegaste

de mis versos,
no puedo desprenderme,
lo he intentado,

es cierto, eran «fascinantes...
si puedes tolerar su preciosismo»,
escribías de lo que yo escribía,

¿por qué debo escribir?
no te debe importar esto,
mas Ella retira el velo,

libera mis ojos,
ordena,
escribe, escribe o muere.

                                6

Esta es mi nueva plegaria;
¿a ti te imploro?
¿París, Bar-Isis? ¿a Osiris?

O al ser de Isis, la flor egipcia,
Notre Dame— ¿Vas alguna vez allí?
las piedras encierran secretos;

nos dicen que las vibraciones fueron transportadas
por antiguos alquimistas;
Nuestra Dama decide el encuentro,

ella dicta con su cetro (Astrología,
¿la primera puerta?)
y el niño aboga por nosotros;

no me brindes ningún mal,
niño de jerarquía antigua...
y en el presente, tú.

                                7

Santa Ana es la última puerta (Magie,
Cibeles, alguna vez la llamaron,
Gran Madre),

¿y dónde estamos hoy?
en verdad se da la prisa, el fervor,
el pisoteo del exuberante césped,

el enredo de los pies desnudos,
el bramido de la última y desesperada carga,
el no-hay-escape, la magia,

el temblor, el terremoto,
nada, nada, nada más,
nada más allá, la escama del pino

que dejamos ardiendo sin fuego en el plato llano,
está encendida, es un incendio,
no antes, no luego— ¿escapar?

¿quién puede escapar a la vida, la fiebre,
la oscuridad del abismo?
perdida, perdida, perdida,

el último desesperado no-hay-escape,
la rosa más roja,
la ley inalterable...

                                8

¿Eres tú?
¿es alguna atronadora manada
de novillos castrados, toros? ¿es uno?

¿son muchos?
voces del pasado, del futuro,
tan distantes, ni una más,

ahora la humillación total,
¿estuviste aquí alguna vez?
¿estuviste alguna vez en esta habitación?

¿cómo pude soportar tu presencia?,
y después, sólo una vez,
en un lugar extraño, allí, entre otros,

conversación frívola, mía, 
y no beberías nuestro vino,
(«¿fruta tal vez?» «sí»),

y no tocarías nuestra sal—
almendras— pecanas— ¿qué sucedió?
viniste tan tarde,

¿por qué no llegaste antes?
¿por qué llegaste de todos modos?
¿por qué viniste

a perturbar mi declive?,
soy mayor,
(era mayor hasta que llegaste).

                                9

La puerta central es el Juicio (Alquimia),
juzga esto, júzgame implacable,
¿aún hay tiempo para arrastrarse y retroceder

a la seguridad? no— no queda tiempo:
almendras, pecanas, sin sal,
espárcelas cerca de un arenoso litoral,

de una guarida contra el viento, más allá está la flor de cera,
el tomillo, el mirto de miel y el brezo de coral,
son nuevos para mí, distintos,

como tú eres nueva para mí, distinta,
pero de una antigua, mayor esfera,
hay algunos pequeños rosales silvestres, creo,

mas todo es nada
cuando el viento del desierto trae la blanca
fragancia de las flores de eucalipto,

no, no, esto es demasiado,
no podemos escapar a un nuevo continente;
la puerta central es el Juicio,

soy juzgada— ¿prisionera?
la rosa más roja se abre,
¿lo podré soportar?

H.D. en Definición Hermética (1972), incluido en Amores iguales. Antología de la poesía gay y lésbica. Panorama general (La Esfera de los libros, Madrid, 2002, selec. de Luis Antonio de Villena, trad. de Martín Rodríguez-Gaona).

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