Otra vez estoy ahí, llevándome
una seta a la boca. El hombre a mi lado
come felizmente, ignora que la piel del shiitake
en mis papilas te trajo de vuelta. A ti
y a tu espalda contra la luz de mediodía,
guiándome hacia tu nuca, una parte
que no habría observado con detalle,
si no hubiera estado contigo un jueves,
sacando fideos de una bolsa.
Vuelvo al edificio chueco y frío,
a tu cocina sin platos y mosaicos
delineados de verde. Él no sabe
que dejaste reposar los hongos
en agua, que al probar el caldo
sentí el sabor a madera y algas marinas
que habías prometido. No sabe
de mi odio a su carne resistente,
al cuenco de fideos lacios
y sombreros de nadie a la deriva
en un edificio a miles de kilómetros de casa.
El hombre a mi lado pregunta,
cuándo fue la primera vez que los probaste.
Yo respondo, el shiitake es de China,
algunos se cultivan aquí, otros viajan,
los encuentras deshidratados. Colócalos
en agua muy caliente y déjalos
por una hora. No quiero que sepa
que yo conocí esos hongos contigo.
Tú eras para mí una seta misteriosa y desconocida
y eso era suficiente, en ese entonces,
recorrer de un sorbo una región llena de bruma,
que llegaran las aguas de otro Pacífico,
aunque sólo pudiera soportar un regusto
y permanecer ahí
con los ojos cerrados.
Lucía Cornejo, incluido en Novísimas. Reunión de poetas mexicanas (1989-1999) (Los libros del perro, México, 2020, ed. de Zel Cabrera).
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Buen poema, Lucía...
ResponderEliminarSin duda.
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