El rejo, enarbolado,
en el nicho de ladrillos:
el milenio-anejo
se enajena, indomable,
sigue a
tus ojos viajeros,
ahora
con miradas lanzadas al azar,
despiertas tú a la que está a tu lado,
que se vuelve más y
más pesada,
también tú, con todo lo
enajenado en ti,
te enajenas,
más a fondo,
ese
único
tendón
tensa su dolor entre vosotros,
el blanco extraviado
reluce, arco.
Paul Celan en Soles filamentos (1968), incluido en Obras completas (Editorial Trotta, Madrid, 2002, trad. de José Luis Reina Palazón).
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