que hay que quedarse aquí y esperar
a que llegue la tarde.
A que callen los tambores
que pregonan la ejecución.
Se duermen los hambrientos pajarracos
que vienen hacia aquí, volando
desde hace siglos
no se sabe desde dónde. Ahora ya sé
que cuando callen todas las voces
me tendré que marchar (vadeando las ciénagas)
a enterrar a los muertos. Yo, Ana A., su
última madre.
Waldemar Żelazny, incluido en Poesía polaca contemporánea (Ediciones Rialp, Madrid, 1994, selec. y trad. de Fernando Presa González).
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