la nostalgia de mi sol vertido por las olas
como aceite que se exalta en la sartén
y canta el cántico del fuego
y mi madre bañada de angustias
ante su fogón de tres piedras
cuántos poetas llevan para siempre
el luto de los Trópicos en las comarcas del Norte
Los dolores en sus escritos se disponen
como noctuelas en sus vitrinas
cuando el clima despliega sus fuerzas áridas
el ojo se abre en lo gris y se embebe
el corazón nidifica en la piedra
a veces la memoria se despliega
viene luego la claridad de nuevo el cielo se embruma
tú el extraño cultivador transmigrante
qué espacio has fructificado
desde que la tierra en ti se ha estrechado
y el río Congo en ella es sólo un surco
pienso en mi horizonte donde se alza la espiga del alba
En los niños que se dispersan en el espejo del día
En los gorriones en tumulto en el borassus
en este pueblo misionado que recupera su ardor
cuando pasa el viento con sus peces-pilotos de hojas secas
intentando en su turbación sin paz posible
arrancar las máscaras de la mentira
a los que desertaron las alas
de una casa obscurecida por la muerte
el sol acude planta sus lanzas en la calle
observo las generaciones nuevas que ondulan
y esta hija de la especie lianescente
sale del terruño profundo
su rostro moreno por el fuego de sándalo
y pasa como un jacinto en las aguas errantes
ciega va a romper su corazón en el escollo
el asfalto le abre sus charcas y espejismos
y no olvido la gloria de los Días de Agosto
ensangrentados en su túnica color de sangre
y la herencia que aún exhala
el perfume del franchipán.
Jean-Baptiste Tati Loutard en La tradition du Songe (1985), incluido en Poesía negra. Antología de poesía africana francófona contemporánea (Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos de la Región de Murcia, 2007, selec. y trad. de Francisco Torres Monreal).
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