Entre las calles de Pest gentes que corren, fusilazos,
policías, vidrios rotos, voz del pueblo, revolución.
Yo aquí cuento los minutos, impotente, solitario
no hay noticias, no hay periódicos, mi tranvía se detuvo.
Vivo yo en mi muda aldea, donde ni los perros ladran,
donde las vacas no mugen y no chillan los lechones.
Bajo el alero de junco hay colgada una mazorca con granos de topacio.
Muro de color de nieve, sombra azul. Silencio, sólo el trinar de golondrinas.
Nada más cuando el tranvía atraviesa trepidando este lugar y como la vaca muge,
se siente la cercanía monstruosa de la ciudad.
Pero duerme ahora el paisaje: detenido está un tranvía reventado.
¡Oh, tranvía mío triste! ¡Triste es este mundo mudo!
Triste en la sombría aldea es soñando ver los rieles ya vacíos.
¡Oh, rieles advenedizos! ¿me lleváis hoy todavía?
¿Me llevaréis todavía donde ahora tintinea la ventana,
donde chorrea la sangre, hierve la revolución?
Donde a las alborotadas muchedumbres las gobierna ahora el callado Petőfi
y la Idea está parada en la esquina cual divina meretriz;
donde, mientras esto escribo, en el gran lecho de enferma de mi Hungría
entre sangre, entre tormentos tal vez ya haya nacido el Porvenir.
2
Porvenir, oh tú que vienes y no presiente ninguno que aquí estás;
vienes y nadie te ve; vienes bajo un velo denso oculto,
¿qué traes, desconocido? ¿qué te llevas?, ¿tienes acaso una meta?
¿o lo mismo que un borracho en tu camino das traspiés?
Ah, borracho estás con vinos de mil ideas dementes.
¡Sueñas y el deseo enfermo enturbia el sabor de tu sueño!
Sueño eres tú mismo: el sueño del pasado que quisiera ya morir
y llora porque le duele todo y ya no puede más de enfermo.
Oh, que venga una mortífera justicia a la vida que trocóse en la mentira,
que en las calles pronta aceche ya muerta vagabunda:
¡Todo da lo mismo ya!, que se derramen los bajíos de los mares,
que todas las purulencias se vomiten: ¡venga la revolución!
¡venga la barbaridad!, venga, al menos, la verdad,
después de tantos engaños y descuidos.
Venga pues este delirio que propale todos, todos los secretos,
el que a uno le dirá: “Cobarde amigo del derecho, ¡tiembla tú!”
Y al otro dirá: “En tus labios se ha gastado la palabra: ¡libertad!,
y era tu puño martillo, y era tu corazón déspota.”
Y al otro: “Tu mano ha sido pérfida e interesada:
tu mano está ensangrentada: ¡puedes lavar tus manos!”
Y a todos: “¡Fuera las supervivencias fanáticas, los forjados ideales!
¡Este mundo no es un juego! Hay que ver y hay que crear.”
Mihály Babits, incluido en Cincuenta poemas de quince poetas húngaros del siglo XX (Izana Editores, Madrid, 2012, selec. de András Simor, versión de David Chericián).
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