mi carro en el verdor navega como un barco.
Voy esquivando islotes de coral y maleza
entre olas de praderas y aluviones de flores.
Se pone el sol. No hay nada. Ni caminos ni túmulos.
Busco en el cielo el astro que guía los bajeles.
¿Cintila allí una nube? ¿El lucero del alba?
¡Es el brillo del Dniéster, el farol de Akermán!
¡Detente! ¡Qué silencio!... Puedo escuchar el vuelo
de unas grullas que el ojo de un halcón no vería.
Oigo una mariposa que se mece en la hierba,
y cómo una serpiente se desliza en la fronda.
¡Qué profundo silencio!... Tanto aguzo el oído
que oiría a Lituania... ¡Sigamos..., nadie llama!
Adam Mickiewicz, incluido en Antología de la poesía polaca desde sus orígenes hasta la Primera Guerra Mundial (Editorial Gredos, Madrid, 2006, ed. y trad. de Fernando Presa González).
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