Cruzamos el arroyo
y mi caballo bebe
en sus frías aguas otoñales.
El viento corta como un cuchillo.
Sobre el desierto de arena se pone el sol,
y a través de la llanura
se pueden ver ensombreciéndose
las murallas de Ling-Tao.
Recuerdo las batallas antiguas
libradas detrás de este largo muro,
en los cientos de batallas
que los hombres contaron orgullosamente
con los labios,
cuentos que se han desvanecido
en el polvo amarillo del tiempo.
Y ahora la antigüedad es una polvareda
que sopla de vez en cuando sobre los pastos
y los insepultos y blanqueados huesos.
Wang Changlin, incluido en Poetas chinos de la dinastía Tang (618-907) (Visor Libros, Madrid, 2000, selec. y trad. de C. G. Moral).
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interesante
ResponderEliminarMucho.
EliminarMe encantó, es profundo
ResponderEliminarSi, un magnífico poema con mucho trasfondo. Me alegro de que te guste, un abrazo.
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