Cuando el éter se eleva en alta y santa claridad,
cuando se vierte sobre la tierra un oro fluyente
y las sombras se derriten en silencio ante el dios radiante,
se alegra el brillo deslumbrante y la luz todopoderosa.
Pero más encantador, amigo, te parece el amable paisaje...
porque a ti te alegra el contraste y el fulgor mesurado...
cuando la nube se eleva y, cambiante, sobre valles y pequeñas aldeas,
bosques de abetos y lagos, esparce oscuros matices,
o la plateada luna asciende, amistosa, junto al monte,
y la sombra del monte se hunde profundamente en los valles.
¡Oh, cómo se iluminan entonces las alturas en el sagrado fulgor;
cómo orla de claridad a las sombras la alegre luz!
Y sin embargo hace poco te quejaste, llorando tu triste destino,
de que los campos de la vida, a menudo, ¡ay! eran tan oscuros para ti;
cómo se colocaba una sombra crepuscular en el lugar más amado,
y a menudo, tras el día más delicioso, te rodea, negra, la noche.
El cambio divierte tu ánimo, a todos nos alegra el cambio:
alégrate, afortunado, de no ser más feliz.
Sophie Mereau, incluido en Antología de románticas alemanas (Ediciones Cátedra, Madrid, 1995, ed. y trad. de Federico Bermúdez-Cañete y Esther Trancón y Widemann).
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