Benito del Pliego siempre da una gran
importancia a la participación del lector o lectora en la poesía,
formando parte, al leer, del hecho creativo del poemario, en un acto
de comunicación horizontal. Si nos fijamos, gran parte de la poesía
está escrita en vertical: el poeta escribe y el lector o lectora
asiente o se identifica (e, incluso, en el peor de los casos, dice
“qué bonito”).
Pues bien, en su poemario Fábula
(Aristas Martínez Ediciones, Badajoz, 2012, il. de Pedro Núñez) ha
llevado esa premisa aún más lejos que en anteriores propuestas.
Para empezar, la parte principal del libro, del mismo título, puede
leerse de diferentes maneras: la habitual, siguiendo linealmente
poema a poema, o bien optando por el índice de ilustraciones creadas
por Pedro Núñez, quien ya colaboró con Benito del Pliego en el
poemario Índice. También podemos comenzar a leer desde el final,
pues al llegar a él descubrimos que si hubiésemos dado la vuelta al
tomo estaríamos ante un libro diferente titulado La voz del oído.
Antes de adentrarme en el contenido del
libro me gustaría destacar la magnífica labor de edición realizada
por Aristas Martínez Ediciones, con un volumen en tapa dura, con
relieves, y en el interior una muy cuidada impresión de los textos e
imágenes, con una gran calidad en el papel. Es difícil encontrar
editoriales que hagan apuestas tan claras por sus autores, editando
libros de tantísima calidad en los que, seguro, se ha hecho una gran
inversión económica.
La relación directa del poemario con
la naturaleza la encontramos ya en la cita del poeta francés del siglo XIX Gerard de Nerval que lo
encabeza (leyendo desde Fábula). Relación que se extiende a algunos
objetos que se van colando entre los diferentes animales, insectos y
plantas que Del Pliego nos muestra. Se trata de un conjunto de bellas
construcciones lingüísticas en las que el yo poético se coloca en
la piel del animal, insecto, planta u objeto para hacer un giro que
nos llevará hasta nuestra propia existencia. Por otro lado, cada
imagen incorporada al poema, en su abstracción, nos sugiere el
origen del poema, o la relación que establece el autor entre la
palabra y la vida.
Poemas sencillos, concisos, pero con un
amplísimo vocabulario, en donde cada palabra está perfectamente
utilizada en función de su significado, simbolismo, sonoridad o
posición dentro del texto. El autor utiliza la prosa como recurso
poético, una elección con mucha intención ya que, si sumamos a
esta técnica las temáticas, la brevedad, los títulos de cada
poema..., tendremos como resultado, en un nuevo giro del libro, el
título: Fábula.
Ese es el sabor de este libro, el de un
género literario poco apreciado o usado hoy en día pero igual de
sugerente que antaño y tal vez más oriental que occidental, lo que
no deja de acercarnos a cierta idea de la actualidad si damos por
buena la hipótesis de que la cultura occidental, anquilosada,
pragmática y economicista, está en pleno declive frente a la
potencia primaveral que nos llega de “oriente”.
Otro de los elementos del libro es
cierto regusto sentencioso o reflexivo de cada una de las fábulas
que nos hace recordar a un pequeño Buda que nos encontrásemos en
medio del camino, o a un oráculo escondido en una cueva, lejos
siempre de la civilización frenética y ciega. También las palabras
'paradoja' o 'proverbio' servirían para hablar de este nuevo libro
del poeta madrileño afincado en Estados Unidos.
Cada uno de los poemas está lleno de
vida, es una invitación a vivir; abundan en ellos los verbos que
denotan acción o movimiento, la mayoría con la viva sonoridad del
infinitivo. Y como todo en el libro camina en la misma dirección,
las imágenes de Pedro Núñez nos insinúan, desde su ser
aparentemente estático, esa misma idea de movimiento, de vida.
Al final del libro nos encontramos,
como ya avanzaba, otro poemario titulado La voz del oído, que podría
ser, perfectamente, comienzo, con su propio título, con sus propias
imágenes de Pedro Núñez, con dedicatorias y citas
diferentes. Esta parte es, definitivamente, un oráculo lleno de
respuestas que desean encontrar sus preguntas. La implicación de las
imágenes aumenta, al punto de ser estas y no un número de página
la que nos indica la posición que cada poema ocupa en el libro.
Sin duda, Benito del Pliego es para mí
un poeta de referencia con el que aprender y disfrutar, con el que
comparto inquietudes filosóficas y, por qué no, espirituales, o
sea, también, poéticas.
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