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En realidad, Límites y progresiones podría definirse como un “diario de escritor” que alterna anotaciones fechadas propias del género con unos pocos microrrelatos y un grupo de máximas que versan, especialmente, sobre la lectura y la creación (y han pasado a uno de los libros citados, Retórica para zurdos). Es decir, si en libros anteriores Cumbreño ha seleccionado el material por géneros, a pesar de su concepción libérrima de las fronteras entre unos y otros, en Límites y progresiones ha incorporado a la obra los textos creados entre julio de 2007 y el mismo mes del año siguiente.
El resultado, en contra de lo que pudiera esperarse, es un libro homogéneo, con textos de distinto perfil pero enlazados por una unidad de tono, que reflejan con precisión la vida en su fluir, una vida en que confluyen varias vocaciones: la del profesor de un instituto demasiado lejano, la del padre y esposo con niños pequeños que necesitan una atención permanente, por lo que irrumpen una y otra vez en la soledad que todo creador necesita, pero son también fuente de constantes sorpresas, con su lógica desconcertante y sus preguntas sin respuesta (“¿Por qué tenemos una sola vida?”); otras entradas reflejan su experiencia como editor (de 'Litteratos', una de las colecciones de la editorial villanovense Littera Libros) o recogen las gratificaciones y los sufrimientos con los que sigue la suerte de sus libros: los premios no conseguidos, los amables rechazos, los compromisos incumplidos..., con textos que se proponen preservar del olvido, al modo machadiano, instantes de la vida cotidiana, o los destellos y paradojas del pensamiento, pues, como se propone toda literatura diarística “no se trata de hacer una relación de objetos perdidos, sino de hacerla antes de que se pierdan”.
Perteneciente al cada vez más cultivado territorio de la “no ficción”, Límites y progresiones está escrito desde la valerosa actitud de quien no permite que la verdad quede desvirtuada a base de amabilidad con los demás ni consigo mismo por lo que no es infrecuente que en ocasiones llegue a la denuncia (de las fulgurantes carreras literarias programadas meticulosamente por ciertas editoriales, de los incumplimientos de contrato, de los premios apañados...). Su mirada tiene mucho de “agudeza conceptista”, siempre perspicaz (“Entre los bosquimanos no existe el insomnio porque nadie pretende dormir toda la noche”), sabedora de que la realidad suele encubrirse con velos de engañosas apariencias.
Límites y progresiones tiene en común con libros anteriores, desde otro punto de vista, el rechazo de un lenguaje poético que muchos principiantes consideran el “registro” natural de la lírica: un léxico ambiguo, evanescente, vagamente simbólico, prestigiado por la tradición como poético (mar, otoño, melancolía, recuerdo...). Consciente de su erosión, Cumbreño transita por otros campos semánticos en los que busca, y consigue, un efecto de “extrañamiento” y originalidad, de modo que en la entrada que da titulo al libro puede considerar: “el destino de la poesía es el lenguaje matemático, lleno de límites, equidistancias e incógnitas sin despejar”.
Simón Viola (artículo publicado en Trazos, suplemento cultural del diario Hoy).
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