Bien sé yo cómo luce
la flor por la Sanabria,
cerca de Portugal, en tierras pobres
de producción y de consumo,
mas de gran calidad de trigo y trino.
No es el recuerdo tuyo. Hoy es tan sólo
la empresa, la aventura,
no la memoria lo que busco. Es esa
tensión de la distancia,
el fiel kilometraje. No, no quiero
la duración, la garantía de una
imagen, hoy holgada y ya mañana
fruncida. Quiero ver aquel terreno,
pisar la ruta inolvidable, oír
el canto de la luz aquella, ver
cómo el amor, las lluvias
tempranas hoy han hecho
estos lodos, vivir
esa desenvoltura de la brisa
que allí corre. No, hoy no
lucho ya con tu cuerpo
sino con el camino que a él me lleva.
Quiero que mis sentidos,
sin ti, me sigan siendo de provecho.
Entre una parada
y otra, saludar a aquellos hombres
para ver lo que soy capaz de dar
y capaz de aceptar,
para ver qué desecho
qué es lo que aún me es útil;
entrar en las ciudades, respirar
con aliento natal en ellas, sean
las que fueren. No busco
masticar esa seca
tajada del recuerdo,
comprar esa quincalla, urdir tan pobre
chapuza. Busco el sitio, la distancia,
el hormigón vibrado y tenso, la única
compañía gentil, la que reúne
tanta vida dispersa. No tan sólo
tu carne, que ahora ya arde como estopa
y de la que soy llama,
sino el calibre puro, el área misma
de tu separación y de la tierra.
De aquella tierra donde el sol madura
lo que no dura.
Claudio Rodríguez, incluido en Desde mis poemas (Ediciones Cátedra, Madrid, 1994).
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