miércoles, 10 de febrero de 2010

El poeta Enrique Pérez Arco habla sobre el poemario 'El pulso', de Sara Castelar Lorca

Poema querría decir así lugar de la fulgurante aparición de la palabra”.

El lector comprenderá, cuando se interne por las páginas del poemario que tiene entre sus manos -El pulso (EH Editores, Jerez de la Frontera, 2010)-, por qué comienzo con esta frase de José Ángel Valente. Fulgurante aparición de la palabra, el lugar donde el sentido y su lastre cotidiano de significación cede, depone su tiranía en favor de un nuevo espacio: la experiencia del poema en el instante de su creación. Fulgor, la fuerza luminosa de la palabra cruzará tantas veces la frente del lector como un balazo dulce… Sin embargo, habrá que detenerse, evitando la ceguera de ese brillo, o bien justamente quizá lo contrario, hundiéndonos por completo en él, pero en cualquier caso, detenerse, o regresar una y otra vez, hasta empaparse con el fluir del fondo; llevados por la perfección del ritmo poder advertir el rumor secreto del poema, su gotear en alguna cueva oscura de nuestro interior, su subterránea condición donde algo nuestro también fluye, y entonces ya sí, en ese momento dejarnos ir con él.

La escritura de Sara Castelar, desarmándonos a fuerza de destello, nos arrastra con suavidad de río que fluye en la búsqueda de un encuentro, los poemas están de camino: rumbo hacia algo, que dijo Paul Celan. Hay que escuchar ese rumor, dejarlo crecer dentro hasta que se confunda, hasta que despierte nuestro propio fluir, porque quizá ese sea el lugar de encuentro, el terrible espacio abierto de una búsqueda sin destino que en el fondo nos define como humanos.

El cuidado armazón formal de estos poemas, la belleza de la imagen y la equilibrada andadura rítmica contienen una radical y solitaria aventura interior, la exploración en los límites, más allá de lo visible, y se inscriben por ello en la tendencia que recuperan para nuestra poesía actual autores, cercanos a pesar de sus diferencias, como José Lezama Lima, el mencionado Valente o el mismo Antonio Gamoneda.

Se trata del acercamiento a la realidad del hombre, cercado por el tiempo y, por tanto, por el dolor, la soledad y la muerte, a través de la experiencia de una palabra poética que desprendiéndose de sus referencias inmediatas indaga en sí misma, en su propia sustancia expresiva, ese otro conocimiento, anterior a la razón comunicativa e indisoluble y contradictoriamente ligado al goce estético, al asombro, a la perplejidad…

Haz de mí un animal sonoro y dame la palabra para que la mastique

Estos versos expresan toda una manera de acercarse a la poesía, de mantener una relación carnal con las palabras, con su sustancia física, con la expresión. En los caminos de la poesía, Sara Castelar ha escogido uno de los más difíciles, acaso poco frecuentado hoy día, pero quizá más verdadero, visceral y necesario.


Sara Castelar Lorca, poeta granadina nacida en Hannover, Alemania, en 1975. Actualmente reside en Sevilla. Sus trabajos han sido recogidos en variadas revistas y antologías de poesía y literatura. Su obra ha recibido reconocimientos en diversos certámenes literarios, a nivel nacional e internacional, destacando entre ellos el X Certamen Internacional de Poesía 'Ciudad de Ronda', 2009, o el Certamen poético 'Pilar Paz Pasamar', 2009, entre otros. Es codirectora de la revista de poesía Espantapájara, que se distribuye en Chile y en España, y colaboradora de las revistas poéticas Ámbito y Alaire.

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