”Mi particular ángel caído”, declara Esther Giménez, “pareció desde el principio enfundarse en una poesía epigramática, sobria, rotunda, que respondía a la necesidad de explorar los límites, de pendular entre lo vivido y lo no vivido, lo aprendido y lo inventado, lo revelado y lo velado”.
El poemario está dividido en cuatro partes con una idéntica estructura: prólogo y decálogo, arranca con ‘Lamento’ en el que cita a Charles Baudelaire para introducir a la bestia a la que ni el látigo ni el poema sirven. Es esta parte la que da nombre al título.
Un ángel caído cualquiera
“Entreveo un ángel caído cualquiera, difuminado en el devenir de los días, que ya apenas recuerda lo que solía representar: la más fiera libertad individual frente a los convencionalismos. La tragedia esta vez no consiste en la caída del ser sobrehumano; lo verdaderamente lamentable es que, como tantos otros demonios convertidos en masa, se vea empujado de nuevo hacia el cielo que una vez repudió”.
“Entreveo un ángel caído cualquiera, difuminado en el devenir de los días, que ya apenas recuerda lo que solía representar: la más fiera libertad individual frente a los convencionalismos. La tragedia esta vez no consiste en la caída del ser sobrehumano; lo verdaderamente lamentable es que, como tantos otros demonios convertidos en masa, se vea empujado de nuevo hacia el cielo que una vez repudió”.
En ‘La canción del páramo’, su segundo capítulo, indaga en la búsqueda del poeta cuando le llega la hora de rendirse a la intemperie: “Y si un niño desnudo existiera más allá/ más allá de este páramo/ o de este páramo naciera/ yo le daría muerte”.
Por medio de la advertencia de la cita de Friedrich Hölderlin, Giménez avisa en ‘El banquete’ de los peligros de la elocuencia: “La carga que me dejaste/ la que me rompió las vértebras/ para que nunca fueran alas/ el oportuno peso/ que me libró de ser un papagayo”.
Cierra el poemario ‘Cuentos místicos’. Un diálogo entre Vincent y Jules, personajes protagonistas de Pulp Fiction, rescata una serie de héroes que luchan en un mundo cada vez más hecho mierda. Allí desfilan Peter Parker, Jor- El, Afrodita A, Bartleby o el Sr. Rubio, entre otros. “Desalmado el poeta/ Desalmadas todas las bestias/ que afrontaron de espaldas el abismo/ y cayeron de pie/ que en su camino abajo entre nube y penumbra/ vieron la luz y riéronse de ella”.
Esther Giménez tiene la habilidad de convertir en terrestres asuntos que tienen que ver con el cielo y viceversa, y lo hace de modo distendido y efectivo porque sabe que la belleza habita donde quiere. “La ceremonia que rodea al texto no es sino otra vía de escape de lo cotidiano o, más bien, un subterfugio para extraer del día a día una brizna de asombro”. Los ángeles se van: no dejan rastro. Como ellos, sabe conmover y seducir.
Artículo cedido por el blog Amargordia.
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