El hombre despojóse de sí mismo,
también del cinturón, del brazo izquierdo,
de su propia estatura.
Resbaló la mujer sus largas medias,
largas como los ríos o el cansancio.
Nublóse el sueño de deseo.
Vino
ciego el amor
batiendo un cuerpo anónimo.
De nadie
eran la hora ni el lugar
ni el tiempo de los besos.
Sólo el deseo de entregarse daba
sentido al acto del amor,
pero nunca respuesta.
El humo gris.
El abandono.
El alba
como una inmensa retirada.
Restos
de vida oscura en un rincón caídos.
y lo demás vulgar, ocioso.
El hombre
púsose en orden natural, alzóse
y tosió humanamente.
Aquella hora
de soledad. Vestirse de la víspera.
Sentir duros los límites.
Y al cabo
no saber, no poder reconocerse.
José Ángel Valente en La memoria y los signos, libro incluido en Obra poética I: Punto cero (1953-1976) (Alianza Editorial, 1999).
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Hola, te invitamos a leer nuestros textos.. un saludo.
ResponderEliminarhttp://elserdelanada.blogspot.com/
Importante darlo todo cuando se quiere de verdad, aunque no sea la verdad de otros. Cuando se quiere una causa y se lucha por ella, aunque no sea la causa y la lucha de otros. Dar tanto y darlo tan de verdad que no sepas reconocer tu propio ser por que ya es de otro. Despojarte de todo lo autentico tuyo para entregarselo a los otros.
ResponderEliminarBesos.
Hacía tiempo que no leía este poema y ahora al releerlo me recuerda mogollón a César Vallejo.
ResponderEliminarMe alegra poder leer a Valente aquí. De hecho, me ha hecho retomar viejas lecturas.
ResponderEliminarAh! A César Vallejo... lo amo, amo su poesía... es inevitable. Te atrapa y no te deja marchar de sus versos.
Saludos a todos!
-galilea-
Jajaja, el primer poema que puse en este ciclo de poemas diarios fue Masa, de César Vallejo.
ResponderEliminarYo soy vallejiano también.